Cuenta la leyenda local, que cuando alguien muere, su alma se dirige al Kelimutu y dependiendo de su carácter y edad su alma reposará en sus cambiantes aguas eternamente, encontrando la paz.
Kelimutu es el nombre que recibe el volcán más conocido de Flores y uno de los más famosos en Asia. Sus tres lagos multicolores llamados: Lago de los Ancianos, Lago de los hombres y Lago encantado, cambian de color a medida que la luz solar va recorriendo el inalterable horizonte.
La última gran erupción fue en 1968 y todavía sigue muy activo. Sus minerales compuestos de azufre, bario, cobre y arsénico dan esas tonalidades donde reposan las almas de los indonesios. Hay que verlo al amanecer y al atardecer. Quedarte mudo sintiendo como ese momento te pertenece y que algo en el viaje ha cambiado, sabiendo que has logrado llegar a uno de los parajes más sorprendentes del continente.
Pero hablemos de la odisea que nos aguarda para llegar a este trozo bendito de tierra, cobijado por una deslumbrante naturaleza. Venía de Labuanbajo y llegar por tierra era complicado. Las distancias no es que sean excesivas, todo lo contrario, resultan engañosas al haber carreteras endemoniadamente estrechas, con curvas infinitas, donde llegas a tal punto, que bendices la decisión de no haberlo hecho en un día. La mejor opción para repartir esfuerzos es hacer una parada en Bajawa, a mitad de camino.
En Labuanbajo, tuve serios problemas para encontrar un vehículo decente que me llevara. Los autobuses estaban llenos y mi salida debía ser inmediata. No fui previsor y la última noche en este pueblecito encantador de marineros, intenté por todos los medios encontrar lo que fuera.
Pasando por el aro y metiendo mi trasero en una agencia de viajes, el avispado propietario me quería cobrar una fortuna por llevarme, alegando su conocimiento de la ausencia de colectivos que fueran al corazón de la Isla de Flores.
El vehículo, un Toyota con ruedas lisas como el papel, partió con demora, haciendo el recorrido más rápido de lo debido. El camino, pese a las grandes inconveniencias de cualquier aparición de otro vehículo en sentido contrario en plena curva, estuvo lleno de bonitas vistas. Los pueblos por los que pasaba, andaban anclados en el pasado. Cuando parábamos, la gente se acercaba a vernos. Éramos dos turistas venidos de muy lejos, trayendo a sus vidas una novedad vistosa con nuestro pálido color de piel. En este punto del viaje, diré que Flores, fue la isla que más me impactó de todo el recorrido que llevaba. Era el punto más lejano al este al que me había dirigido. Sumbawa era diferente, casi sin turistas a la vista, pero la hice de refilón, no pudiendo acabar dando una opinión constructiva. En Flores, cuando metes tus narices fuera de ruta, tu viaje cambia por completo. Indonesia, evidentemente es un país que mayoritariamente vive del turismo. Sabemos todos que la reina es Bali, seguida de Java, Lombok, Komodo y Flores. El resto queda en un maravilloso paréntesis, teniendo en contadas ocasiones contacto con el foráneo. Las mismas sensaciones que tuve en Sulawesi, ahora las tenía por los caminos perdidos de Flores.
Bajawa se presentó más que una parada, en un lugar imprescindible para visitar. No tenía ni idea de que iba a pernoctar un par de noches, viendo las costumbres de ese pueblo cargado de ancestrales tradiciones de algún modo emparentadas a la de los Tana Toraja en las Célebes. Fue una sorpresa, que mi parada de dosificación a Moni, fuese una joya por descubrir.
Tres días después de mi partida desde Labuanbajo, llegaba a destino. Moni, es el pueblo base que utilizan los viajeros para subir al volcán Kelimutu y el único lugar donde encontrar una cama decente. El pueblo en sí, es pequeño. Pensaba encontrarme con una pequeña ciudad donde los turistas utilizándola de trampolín habrían engrandecido sus límites. Pero no. Moni es un remanso de paz, un pueblucho donde descansar, mirar los verdes arrozales y dar paseos llenos de silencio. La única carretera, parte en dos el centro. Por su espina dorsal, circulan los esporádicos vehículos y los autobuses que te conectan de este a oeste.
Alquilar una motocicleta es una opción perfecta para recorrer sus alrededores. Los caminos son una excusa suficiente para darle gas y dejarte llevar por los verdosos parajes, llenos de vida. Los pueblos vecinos, no ofrecen gran cosa, pero siempre suponen un reto, entrar, preguntar, relacionarte y comer en cualquier lugar.
Hacer amigos en la otra punta del planeta siempre es reconfortante. Nosotros conocimos a una pareja de Córdoba (España), con los que al final acabamos compartiendo nuestra visita al volcán y nuestras salidas enloquecidas con las scooters que corrían como liebres poseídas.
También debería decir, que este lugar no queda exento para visitantes más exigentes, comodones o que vayan justos de tiempo y no quieran cruzar la isla de punta a punta. Vuelos directos desde Jakarta y Bali, van a la ciudad de Ende. Desde Ende a Moni, no hay mucho trayecto y los autobuses son más frecuentes de lo esperado. En sí, Ende no dice mucho. Parece un lugar carente de un claro centro urbano. La calles anchas y las casas de dos plantas son habituales en los paseos, pero si por cualquier razón debemos pernoctar en la ciudad, no estaría de más hacer una visita al mercado que está literalmente pegado a la playa.
Los paisajes de Ende son preciosos por naturaleza. Sólo la suciedad, la alta densidad de población y una construcción de Ende impersonal, ha logrado empañar esta imagen que en un pasado debió ser espectacular. El mercado, un flujo continuo de indonesios enredados en sus quehaceres diarios, invitan al viajero a divagar sin rumbo fijo a curiosear los productos expuestos. Por supuesto que seremos durante las horas que demos vuelta el foco de atención de todo el mundo. Ende es una ciudad puente para dar el paso a la Flores más turística. Aquí están muy poco acostumbrados al turismo, poniéndonos a menudo en situaciones graciosas en el fallido intento de comunicarnos con los que intenten conocer nuestra procedencia.
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Albergue en el pueblo de Moni. Por 10 dólares la habitación doble, tendréis una inmejorable ubicación