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Seamos justos y digamos que el pueblo engancha, pero realmente lo que atrae a tanta gente son sus alrededores.

Con pozas en distintos parques, fósiles de dinosaurios en todos los lugares, senderismo, paseos en bicicleta y caballo, la región se acabará convirtiendo en un caramelo para cualquier visitante.

Si nos impactaron las vistas en autobús viniendo  desde la capital colombiana, la sensación no menguará caminando por esos frondosos valles.

El turismo en contra de lo que uno pueda pensar, entre semana, es apenas visible. La llegada en domingo, dio paso a un lunes perfecto para aventurarse a conocer los mejores secretos que sólo conocían los taxistas de la zona.

La Periquera es uno de los mejores lugares para zambullirse en pozas tranquilas,  mientras vemos el ritmo de la naturaleza como pasa delante de nuestros ojos.

Un simbólico precio de entrada, nos da derecho a recorrer este pequeño parque perfecto para evadirse de todo y relajarse con el sonido de las cascadas rompiendo en las alisadas rocas.

Hay que tener mucho cuidado al volver hacia Villa de Leyva con el autobús. Son escasos y preguntar en la entrada de las pozas no está de más para adecuar el ritmo de la excursión a una vuelta segura. Las carreteras sin asfaltar, apenas son maltratadas por el paso de los contados vehículos que pasan al día. Afortunadamente había un colmado donde pudimos refrescarnos y probar suerte para volver al pueblo. La espera fue de apenas una hora. La experiencia….enriquecedora.

Para ir, un taxi hará el recorrido en apenas 30 minutos. Pero volver….autobús o auto-stop. El taxista no esperará a no ser que le des una buena cantidad de dinero.

Pero no dejemos el día acabado por un senderismo suave por La Periquera. Villa de Leyva ofrece más. Desde la estación de autobuses, en apenas una hora caminando, llegaremos a las famosas Pozas Azules.

Si vamos justitos de tiempo, puede que este sea un lugar prescindible, aunque el paseo dentro del parque es bastante agradable.

Lo que sí es un imprescindible, es el mirador que hay en la colina del pueblo.

Para situarnos, debemos coger la iglesia y en la montaña localizar una pequeña ermita con un santo. El camino aunque muy duro, apenas dura dos horas la ida y vuelta.

Las vistas son espectaculares. Si podemos hacerlo al atardecer, veremos como las blancas casitas del pueblo van cogiendo tonalidades anaranjadas.

Es un enclave precioso, tranquilo y solitario. No temáis, puede que estemos hablando de la zona más segura de todo el país y a mi parecer de toda latino américa.