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El pueblo es un hervidero de turistas nacionales durante los fines de semana. Yo tuve la suerte de llegar un domingo a mediodía y por casualidades de los viajes, vi el mayor concurso de cometas celebrado en el país durante el mes de Agosto.

La gigantesca plaza del pueblo, una de las más bellas que haya visto jamás, amortiguaba debido a su enorme tamaño,  los continuos vaivenes de concursantes y bogotanos, ocupados con sus cuellos doblados hasta extremos imposibles, mirando hacia un cielo plagado de cometas juguetonas.

Que buena manera de recibir al viajero. Sobretodo viniendo de la dura Bogotá, preguntándote a menudo si habías cruzado una frontera invisible pero perceptible.

No sé por qué motivo Colombia y sobre todo el corazón del país, que va desde Bogotá a San Gil, me recordaba a Méjico. A menudo uno debía esforzarse por no cambiar el chip y reubicarse para recordar que no, que seguías en Colombia.

Villa de Leyva ofrece numerosos restaurantes de lujo. Muchos aportan su orgulloso sello de Triadvisor, y otros lucen premios con más caché. El hecho de que Villa de Leyva fuera un pueblo en tiempos pasados de los colonizadores adinerados, donde construían sus residencias de descanso, ha hecho que todo esté en su lugar, a la perfección. Estas antiguas hospederías, reconvertidas en restaurantes, aprovechan esos patios españoles tan característicos de la colonización. Uno aunque no pueda permitirse una buena comida, no debería dejar de visitarlos disimuladamente, porque merece la pena.

Para paladares no tan finos y bolsillos más raquíticos, podemos encontrar varios comedores donde la carta aunque no muy extensa es deliciosa. De hecho, curiosamente los mejores espaguetis a la carbonara de mi vida,  los comí en un pequeño local sin el encanto señorial que los españoles plantaron con sus blancas casas.

¿Y la gente?

Sorprendente. No nos costó nada entablar conversación con los paisanos. Ya fuera preguntando direcciones o tomando unas cervezas, se acercaban,  preguntaban con buena fe, picados por una curiosidad noble y una amabilidad sincera.

¿Podríamos comparar Villa de Leyva con Barichara? No. A menudo surge la pregunta a cuál dirigirse si vamos con el reloj pisándonos los talones.

Barichara está considerado uno de los pueblos más fotogénicos de todo el país. Pero para gustos, me quedo con Villa de Leyva.

Siendo español, el encanto de Barichara es muy semejante a los pueblos de una España sureña.