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Hay cosas que no cambian. Por mucho que el tiempo corra, algo queda. Inevitablemente el futuro ya asomó hace años por estas latitudes, para acabar con el tiempo, llevándoselo todo a su paso. Por supuesto me refiero a Asia, a mi querida, amada y mimada Asia. Mi tendón de Aquiles, mi ojito derecho, la que jamás me decepciona vaya donde vaya. La que presume con osadía delante de otros continentes como la más antigua en lo que a costumbres, religiones y gastronomía. Asia es un puñetazo de alegría en toda la cara, una explosión de júbilo sin parangón alguno en el planeta, una mezcla de olores, sabores y rostros amables cediendo el paso a todo viajero. Cómo explicar lo que siento por esta tierra que poco a poco la voy haciendo mía y casi sin quererlo me he vuelto adicto.

Intento a toda costa cambiar de continentes año tras año, a ver si detrás de los telones hecho océanos cambian los paisajes que dibuja mi corazón, pero siempre evoco inevitablemente a la tierra de mis sueños hechos realidad.

Comida extraña, imposible y maloliente pero a menudo la más sorprendente y sabrosa, hacen que el abanico desfile delante de nuestros paladares cuando sentamos nuestras bocas tras unos palillos. Puede que hoy no te guste el plato de no sé qué ni con qué, pero habrá un día que dejarás atrás toda la cocina mediterránea para rememorar aquel plato que probaste en ese país del sureste asiático que te dejó hipnotizado un día cualquiera.

Dejemos volar nuestros deseos y veamos como se convierten en realidad cuando tengamos la certeza que tras la ventana de un tren, en el reflejo del cristal, se dibuja tu rostro mostrando una sonrisa sincera de la más absoluta felicidad.
Lo sencillo es mirar, no tocar, observar y callar. Sus calles hechas a ellos y prohibidas para un occidental puede que acaben por atropellarte, pero y lo bien que lo has pasado mientras no ocurría nada. Que bonito es correr riesgos cuando el premio es un recuerdo para toda la vida.

Ay Asia… Ay Asia… cuando me liberarás de esta tortura y dejarás que guie mis atenciones y mimos hacia otras tierras, hacia otros horizontes que sin tener lo tuyo, deben tener su oportunidad.