San Pedro de Atacama, oficialmente era mi primera parada oficial en Chile, después de un largo vuelo entre Barcelona/Madrid y Santiago. La ruta no estaba del todo definida, pero el punto de entrada y salida, seguiría siendo la capital chilena.
Llegar a San Pedro de Atacama
Un autobús llamado Tur-bus, nos ha llevado a la Terminal de autobuses. No ha habido manera de conseguir billete para ir hacia el Norte. Preguntando y esperanzados, hemos cogido el metro y nos hemos ido disparados a la Central, donde quedaban posibilidades. No quería pasar ni una noche en la capital hasta mi regreso y ansiaba poder dormir en San Pedro de Atacama. De las decenas de taquillas, sólo una vendedora me ha podido ofrecer dos asientos, los justos, aunque pagando un precio de unos 60$ cada uno. La distancia es tan abismal por estos alargados países que resulta algo insólito no imaginar recorrer 1670 kilómetros sin caer en una descarada desidia.
Llegar después de veinte horas surcando el cielo, mi idea romántica de hacer medio país en autobús, observando como el furioso Pacífico golpeaba las estériles costas, plagadas de cactus simulando a unos perpetuos e inmóviles vigías, se difuminaba con el paso de los kilómetros. Mi gran idea, parecía convertirse en pura locura, pura hambre de aventura.
A mi izquierda, tras una ventanilla de autobús, la nada más absoluta, rota solamente por el oleaje lejano y extraño de ese océano tan misterioso.
Llegar a San Pedro de Atacama no ha sido fácil. Con diversas paradas como Serena, hogar de miles de pelícanos, y otros lugares sin nombre, el viaje se hizo duro y largo. Si fuera poco, Calama, era el punto final. Allí, medio dormidos, hemos cogido un pequeño colectivo que nos ha llevado durante 106 kilómetros, por fin a San Pedro.
En San Pedro, todo es caro: comer, dormir y si me apuras hasta respirar. Es un pueblo pequeño, pero de una belleza incuestionable. Su gran secreto, son las excursiones que organizan las decenas de agencias que hay repartidas como una plaga por todo el centro. Las casas de adobe unidas, con una sola planta, convierten las calles en algo simple y bello. El ambiente que respiras al caminar, es el que todo viajero anda buscando toda su vida. La camaradería entre mochileros está asegurada entre cervezas chilenas en locales amigables. La comida, apenas un par de comedores en las afueras te hacen contactar con la comida y el precio local. El resto, son restaurantes turísticos de precios tan abusivos, que hacer dos semanas en Atacama, sería insostenible para la economía de un viajero independiente.
¿Qué ver en San Pedro de Atacama?
Es sencillo dejarse llevar por todo lo que rodea a este lugar. Con los cielos más estrellados del planeta, las diferentes agencias ofrecen circuitos nocturnos, para observar el firmamento con enormes telescopios (36$). Encontrar un astrónomo en San Pedro es tan fácil como dar con un chileno.
- En el pueblo, aparte de pasear por sus polvorientas y animadas calles, podemos visitar la iglesia de San Pedro. Situada en la bonita plaza de armas, este precioso edificio blanco, construido en el siglo XVII, utiliza de manera magistral las materias primas que el entorno ofrece. Así entenderemos cómo una fórmula: de adobe en las paredes, unas vigas de cardón (la madera del cactus) y correas de cuero sustituyendo a los clavos, dan como resultado final, una de las iglesias más bonitas de estilo colonial de toda la región.
- Pasear por sus calles, viendo tiendas artesanales, no aptas para los viajeros más ajustados, pero podemos recorrer el mercado turístico, situado en un pasaje cubierto, al lado de la Plaza de Armas. Vuestros bolsillos lo agradecerán y podéis aprovisionaros de prendas indispensables para continuar el viaje por las tierras gélidas y secas del Norte de Chile.
- A tener en cuenta el Museo Gustavo Le Paige, donde encontraremos hallazgos sorprendentes. Tengamos en cuenta, que la ausencia de lluvias, han hecho que los arqueólogos más importante del mundo, hayan puesto su huella, en descubrimientos sorprendentes, haciendo un repaso a la historia de los yacimientos encontrados. Entre las reliquias, podemos ver cerámicas, tejidos y utensilios utilizados por los antiguos chamanes. Las momias tan sorprendentes y tan bien conservadas, fueron retiradas hace unos años a petición de los atacameños.
- Por último, a un breve paseo a 3 kilómetros al noroeste y más fascinante que todo el pueblo, encontraremos Pucara de Quitor, las ruinas del siglo XII, un bastión de los hincas frente a la ofensiva de los colonizadores españoles. De una belleza desbordante, con paisajes a vista de pájaro de todo el río San Pedro y sus andinos picos, puede que nos sorprenda saber, que las agencias turísticas ni lo mencionan, al estar a un paso del pueblo. Su entrada apenas simbólica (3$), bien merece la pena, perder (mejor dicho ganar), una tarde recorriéndolo con calma.
Y mi último consejo. Salid cuando oscurezca a las afueras del pueblo y dejad que vuestros ojos os guíen mirando el cielo. Puede que jamás olvidéis ese momento.
Sigue nuestro gran viaje por Chile