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Descubramos cómo hacer un viaje por Costa Rica y Nicaragua durante un mes. Esta ruta que publico en este artículo es la que hice yo, paso a paso. Espero poder ayudar a todos los viajeros que decidan visitar estos preciosos países.

¿CÓMO HACER LA RUTA COSTA RICA Y NICARAGUA?

COSTA RICA

Si llevamos coche de alquiler, la ruta es bien sencilla y planificarlo con antelación no es tan necesario como uno pensaría. Para visitar Costa Rica, harían falta unos 20 días. Es evidente que muchísima gente se acoge a un plan de 11 y 15. Si hacemos 11 días, debemos descartar de la ruta que os he propuesto donde incluyo Corcovado. Si hacemos la de 20 días, habría que añadir la Costa del Pacífico Norte. Con esas bases, ahora sí, ahora ya podemos organizar nuestra ruta.

Sencilla, plagada de sorpresas, la ruta por Costa Rica no deja indiferente a nadie que se ponga al volante.

Nuestro punto de partida evidentemente es o San José o Alajuela si decidimos hincar el diente nada más llegar y evitar la capital.

Lo que yo hice, fue llegar al aeropuerto, recoger el coche que ya había alquilado desde España e irme a Poasito, para que mi primera parada fuera el famoso Volcán Poás. Una vez hice el volcán bien temprano, decidí ir a buscar el Caribe, centrando mi ruta en carreteras secundarias y siempre evitando pasar por la capital. Eso de que tienes que pasar por San José vayas donde vayas, es falso y hay alternativas muy interesantes incluso cuando la ruta nos llega casi a rozar la gran urbe, pudiendo elegir nuevos itinerarios, añadiendo alicientes tras el volante y de ese modo evitar el caótico tráfico capitalino.

Después de hacer noche en Poasito, hice el Volcán Poás para dirigirme a la parte caribeña y empezar desde el Sur hacia el Norte, donde cinco días, serían mi tope para hacerlo todo. Evitando la peligrosa ciudad de Limón, acabé durmiendo las siguientes tres noches en Puerto Viejo de Talamanca. El viaje tanto desde la capital, como desde el Volcán Poás es factible y no hace falta invertir más de 6 horas, incluyendo paradas para comer.

Puerto Viejo es una base perfecta donde podremos descansar, explorar, visitar el precioso Parque Nacional de Cahuita y organizar nuestro siguiente salto hacia el Norte caribeño, donde nos espera el Parque Nacional de Tortugero.

A Tortuguero no podremos ir en auto. Es imprescindible ir en barco desde La Pavona o cogiendo un vuelo hasta el pueblo de Tortuguero para los más adinerados o simplemente porque no tengamos tiempo. La Pavona, no es más que un lugar donde dejar el coche y tomar el barco. Debemos consultar los horarios para no quedarnos colgados una noche allí.  En apenar una hora entre un serpenteante río nos llevará al destino más conocido de toda Costa Rica.

En Tortuguero sientes como si el viaje después de tres días toma otra dimensión. Compradas las entradas previamente por internet, lo suyo es combinar excursiones diurnas e ir a ver el desove de las tortugas.

Nuestro plan en principio nada definido acabó convirtiendo a este inaccesible lugar, en uno de mis favoritos en todo el viaje. Seamos sensatos y no diremos que hemos descubierto El Dorado, porque este Parque Nacional, es uno de los más conocidos y visitados de todo Centroamérica. Lo que no me esperaba, es que los ticos, conservaran tan bien este enclave, no masificándolo y machacándolo a su antojo para hacer caja con un turismo que podría poner en jaque todo un ecosistema.

Seguimos la ruta después de haber estado tres días en Tortuguero, entre cervezas, sonrisas natas, exquisitos ceviches, naturaleza desbordante y baños templados por el Caribe al atardecer en imborrables veladas, marcadas por un calor tan molesto como el tamaño de los mosquitos, cobijados por la paleta anaranjada de colores que el río emanaba por todos los huecos entre densa vegetación, cuando el crepúsculo pedía paso. Tortuguero dejaba el listón bien alto y nuestra siguiente parada era todo un mito llamado: Volcán Arenal.

Hay que tener en cuenta que, si venimos de Tortuguero, deberemos coger el bote de vuelta a La Pavona, coger el coche e ir sin prisas al famoso pueblo de La Fortuna. Si esto lo ponemos en un GPS, nos dará como resultado en nuestro propio coche, un tiempo aproximado de unas cinco horas, que acabarán convirtiéndose en siete, con sus paradas.

La Fortuna, es un pueblo ideal para hacer base y como telón de fondo, el majestuoso Volcán Arenal. Este pueblo ofrece todo tipo de deportes de aventura. Quien quiera dejarse llevar aquí, podrá incluso dedicarle una semana para ir cambiando desde ir en “quad”, montar en helicóptero, ir a fantásticos santuarios ecológicos, hacer senderismos guiados, montar a caballo, degustar platos en restaurantes internacionales o como hice yo, llegué besé el suelo y me dejé llevar por mi instinto.

Ir al volcán no es la principal razón. El lugar está repleto de rincones donde nadar por humeantes aguas termales, hacer una excursión a tu rollo por el Volcán Arenal, o sencillamente coger un hotel en plena naturaleza, siendo partícipes de esos momentos en que un colibrí te regala, mientras observas desde la terraza de un restaurante como las nubes engullen la cima de la montaña.

Nosotros lo combinamos con una salida en coche por intrépidas carreteras, a la Laguna de Arenal por caminos destrozados, visita a la Catarata La Fortuna, El Choyin, incluyendo una vistita al pueblo “El Castillo”, donde no solo disfrutamos de la mejor terraza de todo Arenal, con vistas al lago, cerveza fresca, platos exquisitos y unas vistas panorámicas impresionantes, sino que el turismo parecía en peligro de extinción, haciéndote creer falsamente que estabas tú solo visitando esa zona en particular.

Nuestra visita al Arenal finalizó y tocaba ir a Monteverde, para conocer el cada vez más afamado “Bosque Nuboso”. Que no os vuelvan a engañar las distancias en kilómetros. Aquí, precisamente es donde los tramos en vehículo se complican, saliendo socavones con tentáculos, queriendo absorbernos hasta sus profundidades abismales. Con precaución, sin correr y consultando tanto el Waze o Google maps, podremos dar con la ruta más correcta, pero no la más rápida.

Mi decisión de dar un rodeo que me llevaría una hora más de trayecto, pienso que fue errónea. Quería evitar malos caminos, y los encontré durante todo el trayecto. No os alarméis. Tenemos el control del coche, del acelerador, el volante y los frenos, con lo que una velocidad adecuada, no os hará correr peligro, poniendo de nuestra parte un poquito de paciencia. Recordad que en los viajes por libre, sabemos que las prisas son el peor enemigo. Así que filosofía y ya llegaremos.

Para llegar a Monteverde, pillé la 1 para posteriormente coger la 606 y por último la 619 siendo más larga, pero la 145 se me antojaba no revirada, sino malvada y me guie por mi instinto algo atrofiado en esa jornada.

Supongo que lo que hace especial a este lugar, es la dificultad de llegar, coger un buen hotel en plena naturaleza y dedicarle un mínimo de dos noches. Dos noches viendo como las nubes iban calando el bosque delante de nuestras narices, mientras animales se dejaban asomar por nuestra terraza. El pueblo donde todo se gestionaba, no nos dijo nada, pero sí que dio rienda suelta a nuestros estómagos en “Bar los amigos”, donde los locales sacian su apetito a precio local.

Hay un par de entradas donde poder hacer senderismo en el Bosque nuboso, pero la Entrada Oficial al Parque, es la más cara, pero la mejor. Apenas encuentras a gente, y podemos decir que caminamos entre nubes por un precioso entorno solitario que, si prestamos atención, veremos animales entre silencios casi incómodos.

Hacer los puentes colgantes en Selvatura, no sólo se ha convertido en la moda, sino en casi una estafa. Los precios rondando los $50, te dan derecho a cruzar un total de unos 8 puentes que apenas en una hora y cuarto has completado. Puede que penséis, por 50 dólares ni me lo pienso. Id haciendo cuentas de lo que lleváis gastado y lo que os queda y ya me contaréis.

Siguiente parada fue el más famoso y aclamado Parque Nacional de Manuel Antonio. No hay duda alguna que si empiezas un viaje por Costa Rica aquí, te parecerá un paraíso este fantástico lugar, donde las preciosas playas, acarician frondosas selvas, mientras los monos capuchinos hacen sus travesuras.

Masificado, algo amargo debido a la reventa sabida pero ilegal de entradas a los visitantes menos informados, podemos encontrar que los guías sin ser pesados exigen precios muy altos para poder avistar fauna. Sus enseres, enormes sonrisas, y colosales catalejos con trípode incluido, te dan ojos para ver donde solo ellos saben dónde localizar a la fauna más camuflada.  En mi caso, no hice caso a nadie. Lo tenía muy claro y los senderos que me marqué desde que puse los pies en la entrada, los fui cumpliendo religiosamente, llevándome un mapa y si sabemos guiarnos, puede salirnos una jornada bien completa, entre calor, senderos alejados de los principales y baños con mareas traicioneras en las bellas playas del engañoso Pacífico.

Manuel Antonio, no pretende ser nada extravagante, pero sí es bien cierto que la sensación de masificación sólo la tuve aquí, mientras que el foro en el resto de los Parques Naturales parecía más controlado.

Nuestro siguiente punto ya era complicarse la vida y mucho, ya que necesitamos de varios días no sólo llegar y partir, sino estar y disfrutar. Hablo del famoso y misterioso Parque Nacional Corcovado.  Si algún lugar me llamaba del país, era esta biosfera repleta de vegetación, fauna, bosques primarios y un difícil acceso que a más de uno lo ha echado atrás.

Ir en coche, puede ser una locura. Impensable hacerlo en un turismo normal, sólo aptos para los vehículos altos y si puede ser con tracción a las cuatro ruedas. En época de lluvias vadear riachuelos, pueden convertirse en travesías, aunque te aseguren que todos los puentes que te llevan a Bahía Drake están construidos. El tiempo es traicionero en estos lares y en mi vida vi mayor tormenta que la primera noche que pasé en Agujitas de Drake.

Seamos algo cautos y hagamos una escala, dejando el coche en Sierpe, donde cogeremos una lancha que nos llevará por el precioso río Sierpe hacía la desembocadura, donde seremos testigos “in situ”, de cómo una lancha surfea las enormes olas, convirtiendo un viaje de naturaleza en toda una aventura de riesgo. Verlo para creerlo.

Tres noches en Bahía Drake, pueden parecer pocas y realmente lo son. Yo sólo hice “La Sirena”, en pleno corazón del parque y a la siguiente jornada, caminé unos veinte kilómetros por el Sendero Drake, que acabó convirtiéndose en lo mejor del viaje.

Los precios aquí no sólo escuecen, sino que hieren de muerte a cualquier bolsillo, haciendo de las excursiones organizadas (no hay otra manera de hacerlo), en una selección muy meditada, debiendo elegir (si no somos ricos), la mejor opción, o la que el instinto nos diga que hagamos.

Después de disfrutar de la alejada Península de Osa, volver a Sierpe, y dirigirnos a la capital, nos costó casi una jornada entera. Una vez devuelto el coche después de dos semanas, pedimos un “uber”, que nos llevó a la desangelada San José, que nos serviría de puente entre Costa Rica y Nicaragua.

No quiero extenderme en hablar de la capital, aunque después de dos visitas, una amarga y la otra algo endulzada más por conocimiento que por méritos, podemos decir que la sensación de inseguridad es latente o al menos los capitalinos eso te transmiten cada cinco minutos si pides información fiable sobre la seguridad.

Moverse por el centro, no debería suponer ningún problema. Repleto de gente, policía y vida, darse una vuelta sin perderse, es viable y entretenido. Pero si somos objetivos, los patrones que sigue, son calcados a la de las demás capitales centroamericanas. El problema es que mi viaje empezó en plena naturaleza, sin pisar la ciudad. De hecho, Quepos, base para hacer Manuel Antonio, me pareció hasta peligrosa, fruto de que venía saltando de parque en parque, creando una atmósfera de seguridad casi total, evitando cualquier tipo de urbe.

NICARAGUA

Tocaba sudar, sufrir de los nervios y hacer paso a Nicaragua. Vaya. Ahora me suena raro después de haber estado, pero la información previa era pésima, el turismo casi inexistente y toda lo leído por otros viajeros, era anterior a la dictadura atroz del cabrón de Daniel Ortega.

Decidí ir en autobús, desde San José a Granada, tramitando el paso fronterizo personalmente, pero que el mismo transporte siguiera conmigo hasta el destino. La elegida, fue la empresa Tica Bus, que pese a ser duramente criticada, conmigo se portaron de fábula, desde la compra online, las dudas telefónicas, recepción en la termina tica y además con un conductor tan profesional como educado.

Pasar a Nicaragua es algo duro. Largas colas. Tras los mostradores, caras serias de funcionarios ataviados con sus bélicos uniformes, para luego subir al bus y empezar a sentir, que sí, que has cruzado y que estás en suelo nica.

Sorprende el cambio. Del verde de Costa Rica, a la árida Nicaragua. ¿Cuál es más bonita?

Granada nos esperaba con los brazos medio abiertos. Apenas vimos turismo. Pensiones que en un pasado fueron grandes referencias, la crisis del COVID, las dejó antiguas y varadas en el pasado. También tuvo que ver el régimen político cerrando a cal y canto la eclosión turística que empezó a nacer hace una década, haciendo que el país viva en una constante tensión, donde los que apoyan y desaprueban lo acaecido en los últimos cinco años, se enfrenten en un silencio palpable.

Precios bajos, buen ambiente, ceviche exquisito, y ese aire algo decrépito de una gran ciudad colonial colorida, hace de Granada una ciudad especial. Puedo asegurar que las mejores veladas durante mi mes de viaje, las hice aquí, entre resaca y resaca de cerveza barata y conversaciones con nicaragüenses, sorprendidos de la valentía de un turismo para nada exclusivo, dejando a un lado a los turistas agenciados, para vivir de los mochileros o viajeros independientes.

Si a esto le sumamos el conocer a un local que te lleve por los suburbios, verás la verdadera cara del país, donde nadie se esconde y el orgullo por su nación, no se asemeja con la realidad social que están viviendo día a día.

Con una visita al impresionante Volcán Masaya (Imprescindible), otra a Laguna de Apoyo, paseos nocturnos en el pasaje del turista, museos, iglesias y esa plaza llena de vida, llena de belleza, Granada quedaba detrás de nosotros, poniendo rumbo hacia Ometepe.

Sencillo moverse entre estas distancias alquilando un taxi. Por apenas $20, puedes moverte de un punto a otro, olvidándote de los nefastos transportes públicos. Para llegar a la Isla de Ometepe cogimos el ferri en San Jorge, pegado a la ciudad de Rivas. Apenas una mañana si madrugas hace falta para llegar a la famosa isla que está en pleno Lago Nicaragua.

Hospedarse en las afueras del pequeño pueblo donde atraca el ferri llamado Moyagalpa y alquilar una moto es fundamental para explorar los rincones de Ometepe. Un día decidí hacer el Norte de la Isla y sin querer, acabé por recorrer también el Sur.

Si queremos exprimir al máximo nuestra estancia, hay que dejarse llevar por la atmósfera que se vive allí. Comer bien, bañarse en las playas del lago, llegar a las cimas de los mejores miradores, dejarse mimar por la simpatía de los lugareños, ver los atardeceres más bellos de Centroamérica en la famosa playa de Punta Jesús María, donde también podremos zambullirnos mientras vemos al rey astro esconderse entre las aceradas aguas.

Ometepe fue para mí de todo lo descrito en este artículo, el mejor lugar de todo mi viaje. Puede que sea por su belleza o porque simplemente me transmitió la paz que tanto anhelaba mientras no paraba de viajar. Sólo sé que me dejé llevar, descansé y me encontré frente a frente con sus preciosos volcanes, mientras una cerveza bien fría hidrataba mi cuerpo mi cerebro, mis pensamientos e incluso diría yo, que mi alma.

De Ometepe tocaba poner rumbo a San Juan de Sur. Poco sabía de este lugar. El tiempo empleado en el país se me quedó corto, pero no iba a estar lamentándome, sino que seguía en ruta y lo más cercano a la frontera tica era San Juan. Necesitaba volver y el tiempo lo tenía justo para volver a San José donde el vuelo de regreso estaba programado apenas en cuatro días.

San Juan del Sur, deja en el tintero muchas cosas. Como ciudad turística, me sorprendió la vida que por sus calles fluía. No había apenas topado con turismo y aquí parecía que todos habían quedado, dejando esa Nicaragua auténtica en un reciente recuerdo. Pero indagando un poquito, no mucho, pude arreglar la situación, alquilando una moto y recorrer las playas del Sur, concluyendo que San Juan del Sur, sólo me sirvió de base para explorar las mejores playas solitarias de la provincia.

Si exploramos el Sur, podremos en un día descansar en un “beach club” de Playa Hermosa, donde una enorme extensión de arena, un calor sofocante y unas enormes olas rompiendo con toda su furia, serán testigos de nuestro momento de calma, y cómo no, entre ceviches y cervezas nicas, el plan se acaba convirtiendo en todo un lujo en plena naturaleza.

Si profundizamos y nos decidimos explorar más al Sur, encontraremos desvíos por caminos de tierra que son devorados por la vegetación y encontrar hermosos rincones como Playa la Flor, donde ver a las tortugas desovar. Su centro de conservación, nada tiene que ver con Costa Rica, donde en Tortuguero o Playa El Ostional podremos verlas en multitud de circuitos, sino que aquí, la intimidad está asegurada, pudiendo ser los únicos testigos de tan hermoso acto de la naturaleza. Eso sí, acompañados de los guardas que bien están vigilando la zona, aunque mis dudas quedaron en el aire, cuando te ofrecían llevarlas a las orillas del mar con tus propias manos una vez eclosionaran los huevos.

Con la directa ya puesta, debíamos volver a San José de Costa Rica, donde el vuelo de regreso aguardaba en un par de días. Los trámites fronterizos, complicados, más aún para entrar en Nicaragua que, para salir debido a la multitud de gente, el calor insoportable en las colas de inmigración y la nefasta gestión por parte de ambas autoridades fronterizas.

El camino de vuelta, pese a tener billete de bus, la información aún es peor. Sin problemas a la ida, en la vuelta debido a los retrasos que sufren en territorio nicaragüense, me la jugaba, ya que, según la compañía, no me aseguraban tener el billete asignado pese a comprarlo online, pudiendo algún intermediario haberlo vendido durante el camino desde Managua. No había más que pensar. Eso de esperar seis horas en tierra de nadie, para luego quedarte sin asiento, hizo que negociara con un conductor de autobús que por apenas $20, me daba salida casi al instante, plantándome en la capital en 6 horas.

San José. Ahora me pareció algo más controlable. Segunda vez en pisarla, ahora sabía lo que me esperaba. Apenas una vuelta por el centro y un descanso en el hotel, con recogida de taxi para ir al aeropuerto, ponía punto final a mi aventura por Costa Rica y Nicaragua.

Ahora mirando hacia atrás, no hubiera cambiado nada. Sí es cierto que me quedé con la sensación de que el tiempo se me echó encima y que Nicaragua debió merecer más días, aunque de toda la ruta por Costa Rica, no quitaría ningún punto.

Dejo en mi cajón de futuros viajes volver a Nicaragua y visitarlo como bien se merece este precioso país, donde pese al cansancio que llevaba, la energía que me contagió volvió a poner en marcha al viajero que llevo dentro.

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