Se enviará la contraseña a tu correo electrónico.

Después de unos cuantos años de incertidumbres mundiales, parece que el planeta sigue girando y la sociedad intenta volver a la normalidad dentro de una inestabilidad política debido al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

Lo que antes eran noticias de apertura en todos los noticieros, hoy se acaban convirtiendo en casi un nexo de otros sucesos menos importantes, pero que contienen sangre fresca.

Nadie olvida la gran pandemia y lo mal que se ha llegado a pasar, no sólo en el ámbito de la salud, sino influyendo en otros factores como los sociales y económicos, dejando mermados a muchos países que, debido a las restricciones y cierres fronterizos, fueron cayendo en desgracia, en un olvido que años después del pistoletazo de salida del Covid, siguen anclados o en un futuro a corto plazo, sentenciados a muerte.

En el mundo viajero, no podremos decir que los problemas se acabaron, pero el horizonte empieza a estar despejado y los nubarrones que presagiaban una eterna tormenta, parecen haberse disipado para encarar el futuro con optimismo y la certeza que somos ante todo vulnerables.

Los países más herméticos han abierto sus puertas y destinos tan evocadores como Japón, Corea, Estados Unidos, Indonesia, Myanmar  y otros muchos más, no exigen ni test, ni tan siquiera el codiciado certificado de vacunación.

Este año, a fin de cuentas ha resultado ser un gran año para mí, dejando fuera de ese punto de mira otros problemas ajenos al mundo de los viajes,  puedo asegurar que he VIAJADO, como lo hacía antes de que el mundo se paralizara de terror.

 

REFLEXIONEMOS …..

Este año, pese a ser un año de bonanza viajera, las cuestiones laborales no han sido las idóneas, y pese a estar casi hundidos moralmente por ciertos toques de hipocresía empresarial, hemos podido reflotar y reforzar nuestra mente para finalmente visitar: Malta, Jordania, Tailandia y Vietnam, Suecia y Dinamarca, en una franja de 9 meses, alternándolo todo con nuestro trabajo. Ya sabemos que el dinero no sale de debajo de las piedras y ante todo, para viajar, por mucho que lo hagas por tu cuenta, hace falta dinero, mucho dinero y quien me lleve la contraria, que me cuente su truco.

Si retrocediéramos a unos ocho años atrás, justo después de la muerte de mi padre, mi concepto de Navidad se desligó completamente a la unión familiar. Llámalo cobardía, no querer ver la realidad, pero desde mi gran pérdida personal, huir a ciegas en estas fechas era algo esencial en mi interior. Dejando al resto de mi familia olvidada y queriendo pisar hacia delante, no me daba cuenta que lo único que hacía era ir un pasito atrás.

De alguna manera y sincerándome conmigo mismo y en un acto de egoísmo en lo más profundo de mi ser, culpé a mi propio padre de morirse cuando no tocaba. No lo perdonaba y no entendía por qué….

Después de muchos viajes y muchas horas pensando en mis ratos de desconexión descubrí que el problema era yo y que nadie decide morirse para abandonarnos. Visto ahora en perspectiva, suena sencillo, pero el cerebro juega malas jugadas y el corazón no atiende a la realidad.

Ahora toca viajar antes de Navidad y lo que tanto me hizo huir para no recordar, ahora me hace regresar para estar con los míos.

 

POSIBLES DESTINOS NAVIDEÑOS

Más que una reflexión, esto ha sido un estudio de posibilidades a las que me he visto enfrentado, sin saber dónde ir, qué hacer y hasta dónde podía llegar mi economía después de los grandes viajes realizados durante todo el 2022.

Puede que incluso a alguien le sirva para ir cogiendo ideas, pero yo, sencillamente me he dejado llevar por la coherencia y los pocos días de los que disponía.

Después de un estudio logístico con un presupuesto muy limitado, los destinos posibles fueron: Israel, Estonia combinándolo con Letonia y acabando en Lituania, Grecia y Chipre.

Los precios navideños, alejándose de toda lógica, dejaban fuera del partido a casi todos los destinos mencionados. La guerra ha sido cruel en muchos aspectos y también ha puesto los precios de los combustibles bajo un pelotón de fusilamiento, mermando las ilusiones de mucha gente, que ahora veía con buen criterio empezar a viajar después de casi tres años.

Virando, rebuscando y sacrificando lo sagrado, que era alejarme en plena Navidad, opté por viajar a Dinamarca dos semanas antes del 25 de diciembre, algo inusual en mí, pero necesario para ganar mi batalla interna.

La fiebre Le Barcarès, ha dado bien fuerte y no hay conocido que no se lance hacia sus fauces navideñas, masificándolo todo y dejando volar eso sí, la imaginación de los más pequeñajos.

Con una vuelta de rosca, desafiando a la mismísima calculadora de los gastos, evocar de nuevo Copenhague ha sido sólo una cuestión más de ilusión que de lógica, porque si volvemos un par de párrafos arriba, veremos como Dinamarca no sólo se funde un presupuesto moderado en apenas cinco días, sino que lo aniquila, teniendo que planificar casi al milímetro el viaje para no quedarte sin blanca en apenas un par de días.

Después de haber recorrido sus calles, mercados, canales, palacios y museos, después de haberme congelado el trasero con temperaturas casi absurdas e irracionales, puedo afirmar que la capital danesa, no sólo cuenta con una enorme oferta de atractivos turísticos, sino que debido a su lejanía y casi desconocimiento, descubrirla se convierte en algo especial. Si a todo esto le añadimos unos días en Suecia, pues ¿Qué más puedo pedir?

Así, que sin más espera, he puesto el rumbo hacia la gélida Europa del Norte para traer noticias bien “frescas”, para daros ideas y que pongáis el ojo y anotéis que Dinamarca existe y Copenhague es una ciudad que concentra casi todo lo que el país tiene diseminado por su territorio.

 

Síguenos en nuestro viaje por Dinamarca