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Pocas cosas se hacen tan evidentes en los viajes cuando uno cree haber dado con el lugar perfecto. El sacrificio de llegar, el dinero, el tiempo empleado, las incomodidades, el frío o el calor, desaparecen cuando a nuestro paso van apareciendo las majestuosas montañas de los Andes Bolivianos.

Camino desde Atacama hacia el Salar de Uyuni, podemos ir viendo por la ventanilla de los 4×4 alquilados, las bellezas que nos regala nuestro planeta. Yermos paisajes adornados con el vasto cielo azul, hacen del Parque Nacional de Eduardo Avaroa, uno de esos rincones casi olvidados por el resto, pero que está muy presente en la mente de los más intrépidos viajeros.

La travesía es muy dura. Las gélidas temperaturas rondan los -15 grados, el mal de altura, puede hacernos una mala jugada, que debe ser combatida con el interminable «mascado» de hoja de coca. Pero el objetivo alzcanzado al tercer día, no tiene precio alguno. El viaje en sí antes de llegar al Salar de Uyuni ya es una inolvidable aventura. Así, que abrochémonos los cinturones y atravesemos los desiertos bolivianos, donde la soledad y la desesperación son compañeras inseparables de esas inhabitables latitudes.