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La sed del nómada

PRÓLOGO

Me crié en plena transición española. Nací en los setenta, y el recuerdo de mi infancia es bueno y apacible. No teníamos mucho y a duras penas mis padres viviendo toda su vida en viviendas alquiladas, lograron milagrosamente educarnos, formarnos y darnos a mi hermana y a mí , unos valores a la vida, que ahora de adulto agradezco como hijo lo que ellos hicieron por mí como padres.

Hace falta mucho tiempo y muchos años para darte cuenta de los sacrificios que unos padres deben hacer por sus hijos para que a éstos no les falte lo primordial, pero más importante es darte cuenta algún día de ello, porque mirando a mi alrededor, veo a gente que jamás apreciará lo que en una casi olvidada niñez obtuvo. Yo mismo consideraba que todo lo que tenía era por derecho propio, ofuscado por el egoísmo adolescente que la mayoría padece, no profesaba ningún signo de gratitud hacia aquellos que más me ayudaban como era mi familia. Al cabo de los años y sin ser aún padre, agradezco y reconozco con todo merecimiento lo que ellos en su día pasaron para yo poder crecer y convertirme en mejor persona.

En la década de los ochenta, con un país dividido por ideas políticas pero con una ilusión común como era la democracia, España empezaba a salir adelante con limitados pasos después de una feroz dictadura la cual nos dejó excluidos del resto del mundo. Recuerdo que la gente que vivió el cambio a la transición, no viajaba al extranjero, sino todo lo contrario. Con un elevado porcentaje de inmigrantes en Catalunya, las familias iban enteras un mes a sus respectivos pueblos donde pasaban sus vacaciones rememorando lo que en su pasado dejaron siendo tan jóvenes, buscando trabajo en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona.

La moneda española, era fruto de una eterna devaluación, lo cual hacía posible que gente de otras fronteras visitaran nuestro país a un coste irrisorio para sus elevados salarios comparados con los sueldos de los nuestros. España siempre gozará de buena reputación en el mundo, como personas somos especiales, con una diversidad de cultura, costumbres y gastronomía, que el más exigente de los viajeros se sorprendería viendo la diferencia que hay entre unas comunidades y otras. Otra ventaja de este gran país es su topografía, cubriendo nuestra frontera del norte , poseemos unos preciosos y laberínticos Pirineos, y rodeando toda nuestra península, presumimos de unas playas de ensueño, siendo unas muy distintas a otras, abriendo un enorme abanico de posibilidades a tan pequeño territorio.

Que nosotros saliéramos de nuestro país por ocio era algo impensable para la gente de clase obrera, y sólo al cabo de los años y muy tímidamente hemos ido asomando nuestras mochilas por casi todos los rincones de un nuevo mundo por descubrir.

 

Recuerdo con toda precisión, la sensación que tuve la primera vez que cogí mi mochila y decidí que tocaba arriesgarse y poder conocer sitios donde la gente más adinerada en el pasado había puesto sus pies. Mi bautizo como viajero fue Argentina. La decisión de coger ese precioso país vino de su gran crisis, siendo el ojo derecho de América del Sur, la situación financiera se hizo insostenible, dejando sin trabajo a más de la mitad de la población durante principios de este nuevo siglo. Su moneda, el peso argentino, se desvalorizó tanto que “mil euristas” como yo, dimos el salto pudiendo estar allí y poder disfrutar de sus paisajes y sus gentes.

El sabor agridulce de ese viaje se hacía presente en cada pueblo. La incertidumbre que el ciudadano de a pié sufría día tras día pensando en un futuro injusto, era palpable en cada rincón, pero no por eso dejaron de ser corteses, educados y amables conmigo, porque cualquier pregunta, cualquier comentario, era siempre bien recibido y escuchado.

De aquel primer viaje aprendí muchas cosas. Creo que allí estando en medio de las solitarias tierras patagónicas, algo palpitaba en mi interior y decidí que esto no debía ser sólo un suspiro, sino mi manera de respirar y vivir la vida, siempre que mi economía y mi trabajo me lo permitieran. Aún hoy en día y a lo largo de los años, la gente se sorprende cuando les digo que sólo adquiero un vuelo barato con un destino fijado con poca antelación, llevándome conmigo tan solo una mochila y mucha ilusión.

Siempre he pensado que nuestro país ha vivido grandes momentos, cambios que al cabo de los años nos han hecho ser más europeos cambiando la mentalidad de la gente, nuestra cultura y forma de actuar en la sociedad, sin embargo cuando entre mi círculo de amigos y no tan amigos comunico que preparo un viaje a cualquier rincón del planeta, dándoles sólo la explicación de que ya me buscaré allí la forma de dormir y vivir, la gente se extraña y no entiende donde empieza lo bueno y dónde acaba lo malo.

Durante tantos años caminando de un lado a otro, he podido comprobar que el resto de Europa, Norte América y Australia, las personas de todas las edades, no se arrugan ante una idea que aquí aún no se concibe, viendo sólo inconvenientes a los viajes no organizados por países subdesarrollados. A veces pienso que todo viene de nuestra nueva sociedad, que ha sido marcada por unas ideas y unos patrones radicalmente capitalistas, de una manera muy rápida, llegando a estar más cómodos con nuestro día a día donde todo es previsible y menos arriesgado. No pretendo quitar mérito a la gente que trabaja a diario y se conforma con descansar en su casa ese mes de vacaciones, no los veo conformistas, los veo y considero luchadores natos, y es que yo siempre he pensado que lo fácil es huir de ese duro y monótono ritmo de vida y lo difícil realmente es quedarse y volver a empezar de nuevo.

Decidí hacer un libro de mis experiencias, a raíz de un viaje a la India, donde vi oportuno anotar todas las noches las vivencias que iban ocurriendo durante mi estancia en el país. A partir de ese momento, cada nueva aventura que nacía, yo la adoptaba dándole forma y arraigándolos a mis sentimientos, simbolizándolos en letras. Estando en la India, cada noche cuando escribía, al final, miraba la siguiente página en blanco preguntándome qué me depararía el mañana. Hoy, en mi estudio tengo varios diarios escritos de puño y letra, de los diferentes países que he ido visitando, no abriendo jamás ni uno para releerlo, sólo ahora que necesito recordar, rememorar esos momentos debo hacer uso de ellos, encontrando detalles que mi mente ha ido borrando con el paso de los años.

El ser humano por naturaleza es un nómada y su interior goza de un espíritu rebelde y migratorio. Antiguamente buscábamos lugares donde poder vivir mejor, siguiendo un benévolo clima que te arrastraba a mejores sitios donde llevar una nueva vida o sencillamente llevábamos nuestros rebaños a unos pastos mejores que los anteriores. Sólo el descubrimiento de la agricultura hizo quedarnos y establecernos en un lugar, pero en lo más profundo de nuestro ser, ese impulso nómada se revela y hace que el hombre moderno de hoy, salte y rompa todas las normas establecidas en nuestra sociedad, dejándolo todo para conocer su mundo, su tierra, sus sueños.

Déjate llevar por estas letras, acompáñame y déjame compartir contigo mis viajes, los cuales cada uno me ha ido afectando de manera diferente, siendo por las diferencias entre un país u otro, o sintiéndome a menudo en conflicto con mis ideales y conmigo mismo, dependiendo en la época de mi vida privada en que los he realizado.

Bienvenidos a mi mundo que no deja de ser el de todos nosotros…