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Puede que cuando pasen los años, a poca gente le quede en la memoria estos difíciles momentos que han transformado el mundo moderno tal y como lo conocíamos hasta hace nada.

La pandemia ha masacrado no sólo la vida de miles de personas, hundido económicamente a familias enteras, sino que casi ha borrado en apenas un año y medio, una invisible línea creada entre países, que se iba gestando a ritmo lento, casi impalpable, pero que sigilosamente, unía a todos los viajeros del mundo, pudiendo más que nunca, conocer países que hace cuarenta años, eran imposibles.

La información es oro. Más que nunca, ahora disponemos de potentes herramientas de búsqueda enlazadas casi a cadena perpetua, a modernísimos dispositivos electrónicos donde abastecernos no tiene límites.

Romper con las barreras del miedo, de lo desconocido, conlleva a perder la vergüenza y dar la cara adentrándose con más desparpajo, por los lugares más escondidos de nuestro planeta.

Viajeros ….. vemos la luz al final del túnel ….

A lo bueno uno se acostumbra rápido, pero a lo malo, no hay quien aguante un minuto. La desinformación es mejor que la mala información. Perder el miedo a la pandemia no es un delito, pero si una irresponsabilidad moral.

Muchos colegas, lo han perdido todo. Sé que el COVID ha sido causante de millones de males atacando desde todos los ángulos, pero mi espacio está dedicado a los viajes y a todas las personas que viajan, se dedican y viven de este mundillo.

 

México …. La posible salida

Un viajero como yo o una viajera como tú, hemos pasado un mal año. Hemos sacrificado un medio de vida, una forma de entender nuestro mundo, hemos anulado y vuelto a reservar hoteles, vuelos, guías y nuestros planes se han hecho añicos de una semana a otra, no sabiendo qué hacer, o no queriendo entender que las cosas ya no son como antes.

No hablemos de los blogueros que se dedican en cuerpo y alma a sacar su dinero mientras escriben y viajan, o las agencias de viajes, los guías turísticos o simplemente, nuestros mayores que en plena edad de disfrutar de su jubilación, han sido arrastrados a un infierno, y en los mejores casos sólo privándose de su libertad, siendo los más afectados y vulnerables.

El año pasado, después de pasar la segunda ola (vamos por la quinta), en un mar que no deja de agitarse, decidí viajar a Islandia. El viaje fue impuesto. Me parecía caro y siempre que investigué la manera de hacerlo, me topaba con una planificación al dedillo con meses de antelación, quitando ese toque o esa improvisación que tiene viajar por libre.

Al final, me equivoqué y sólo unos cuantos turistas decidimos ir a ese maravilloso país, repleto de naturaleza y apenas con un mes de antelación, empecé a comprar los billetes y a buscar un alquiler de coche.

La jugada salió perfecta, pero bueno, fue un riesgo que corrí debido a los continuos confinamientos y a los cierres fronterizos en multitud de países. Recuerdo perfectamente como me repetía a mí mismo, que sólo iba a ser ese verano, que al siguiente, toda esta pesadilla quedaría en un amargo recuerdo en la historia moderna de la humanidad. También me equivoqué…

¡¡¡¡Al diablo!!!! Gritaba una y otra vez, maldiciendo los estragos que estaba haciendo este maratoniano bicho, infectando y encima mutando, esquivándonos una vez más.

Después de la cuarta ola, decidí elegir país. Corrí el riesgo apenas hace unas dos semanas. Como he de suponer, hice lo que todo viajero desesperado hace; mirar las informaciones a escala mundial en un mapa donde por colores, viene indicado si el país está cerrado, si exigen cuarentena, Pcr, vacunación o simplemente: ¡pasen y vean!

Descartado Asia, África, Oceanía y Europa, decidí pegar un empujón mental, mirando a mi querida Latino-América.

Sorprendido vi que había tres países que seguían activos y se podía entrar no habiendo impuesto ningún tipo de medida a los turistas durante toda la pandemia.

Brasil estaba visto, pero Costa Rica y México, quedaban pendientes. Soy un viajero muy atípico, habiendo estado en Belice, Guatemala, Honduras, Panamá, Estados Unidos, Chile, Argentina, Bolivia, Colombia y Perú, resulta que el más turístico, el más querido por los españoles, pasó inadvertido ante mí por su gran popularidad.

Huir de las masas, está bien, pero perderte México con lo grande que es, es más bien un delito viajero. Por eso y porque soy un gran amante de la cultura y la gastronomía mexicana, he decidido este año arrancar y recorrer sin planificación alguna todo el Centro, Este y Sur de México. Esta vez no tengo 50 días para hacerlo y sólo 30 deberán bastarme para centrarme en una zona muy concreta, debido a las grandes dimensiones y a todo el gran abanico que ofrece, según las opiniones de los viajeros más expertos.

Apenas una guía de Lonely Planet, algunos itinerarios y consejos de amigos, serán suficientes para ir dibujando mi propio mapa, para parir otro viaje, del que estoy seguro, será inolvidable.

Sobre la seguridad, que es lo que más me preocupa, como en todos los viajes, intentaré moverme como uno más de ellos, aunque la mochila no ayude. Cargado de prejuicios, fui a Colombia esperando un caos y volví maravillado con uno de los países que peor fama ha ido acumulando a lo largo de las décadas. Bien es cierto, que meterte según en qué lugares, es un suicidio, pero lo mismo ocurrirá con México. Sólo el sentido común suele ser la mejor brújula que uno debe ir mirando mientras uno recorre uno de los países que peor reputación le han querido dar y que han conseguido plasmar en Europa.

Sin más dilaciones y pendientes de que el mundo no se vaya a la mierda, me despido sabiendo que el siguiente artículo será escrito desde alguna pensión de Centro América.

 

¡¡¡¡¡¡ Salud Viajeros !!!!!!!!!

 

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