VER TOKIO EN CINCO DÍAS
Finalizando mi travesía por el país del Sol Naciente, acabé visitando la capital nipona. No llevaba las expectativas muy altas y quería ser objetivo con mi parada de cinco días en Tokio. Viniendo de la zona más rural de mi itinerario (Valle del Tono), el contraste estaba asegurado. Lo que en unas horas de estar anclado en el pasado de Japón, ahora iba a convertirse en un paso hacia el futuro en una de las ciudades más modernas del planeta. Siendo objetivo y a la vez subjetivo, puedo decir que fue un descubrimiento acertado y mis días planificados se quedaron muy cortos porque la capital es divertida como pocas que he visitado. Pero qué ver en Tokio en tan corto plazo de tiempo. Ver Tokio en cinco días puede parecer escueto pero hay más que suficiente si optimizamos nuestro tiempo. ¿Como ver Tokio?
Todo lo que podamos esperar de Japón, está concentrado ahí; como templos, museos, parques cuidados hasta la saciedad, tiendas, barrios dedicados exclusivamente a un género, ya sea manga, electrónica, restaurantes, o sencillamente perdernos por sus calles y encontrar vestigios del modo antiguo de vida que llevaban los tokiotas hace generaciones y que en la actualidad se conservan con esa magia que sólo los japoneses saben hacer.
Las comparaciones son odiosas y mucha gente decide atacar a Kioto sacrificando Tokio por falta de tiempo. Creo que son tan distintas como imprescindibles y hace falta visitar ambas para coger el concepto del país. La una con la otra, se complementan y amplían hasta el infinito las posibilidades de un país que no puede decepcionar a nadie. Es cierto que debemos indagar un poco más en otros territorios, pero habiendo estado en los lugares más emblemáticos que las guías de viaje señalan, sacrificando Nara, Takayama, Kanazawa, Sendai, Miyajima y otros tanto lugares que me han enamorado, sigo pensando que bien merecería la pena por falta de tiempo un viaje a las dos grandes ciudades.
QUÉ VER EN TOKIO
Sería imperdonable perderse el Mercado de pescado de Tsukiji. Tenemos dos opciones: Madrugar para estar a las 05:00 A.M. para ver la subasta, cada vez menos accesible al turista pero un evento único en el mundo, o dejarse caer de la cama más tarde e ir a la zona intermedia de los mayoristas donde todo el ambiente se expone en cajas de cartón blancas con las preciadas piezas capturadas diariamente. La estrella indiscutible es el atún de aleta azul que tantas alegrías dan a la cocina japonesa con su delicioso e inconfundible sabor. Después de merodear por la lonja, podemos comer en las decenas de restaurantes que albergan los alrededores del gigantesco mercado. Una vez saciado el hambre, podemos perdernos por los puestecitos callejeros donde una mañana se nos puede ir en un abrir y cerrar de ojos. Es una experiencia obligatoria.
Templo de Senso-ji. Puede que estemos cansados de ver tantos templos durante 26 días, pero este templo situado en Asakusa, bien merece una oportunidad. Sus dimensiones son respetables, y las tiendecitas de recuerdos hacen de este paseo una delicia para los más consumistas. El ambiente que podemos respirar es totalmente turístico pero su espiritualidad budista no pasa desapercibida. Mirando el templo de frente, girando a la izquierda, podemos empezar a caminar y dejarnos llevar por unas calles de farolillos llenas de tradicionales restaurantes. Cada paso, cada esquina, puede guardar una sorpresa.
Shinjuku
Moderno y palpitante, este barrio cuenta con miles de atracciones. Desde el edificio de Cocoon hasta el mirador del edificio gubernamental donde ver Tokio desde los cielos. Paseando desde allí, podemos llegar al barrio de la electrónica, y sus inolvidables restaurantes fundiéndose con la masificada pero ordenada población capitalina.
Meiji-jingu
Considerado el templo sintoísta más grande de Tokio, merece una visita cuando el día cae para poder fundirnos con los farolillos que dibujan el camino por sus preciosos jardines. Saliendo no debemos perdernos sus alrededores, donde la diversión está asegurada en la calle Takeshita, donde una subcultura local de adolescentes, muestran sus estrambóticos vestidos y poder admirar a las chicas goth-loli. (chicas zombi).
Otros puntos que no deben perderse y no por ello menos impactantes, sino que la lista sería innumerable. Tenemos el cruce más famoso del mundo, llamado Cruce de Shibuya, donde el simple hecho de observar el cambio de semáforos ofrece un ejemplo claro del orden y educación nipón. La gente atraviesa en todas direcciones al mismo tiempo (a menudo más de mil personas), sin tocarse y esquivándose con una destreza digna de los antiguos samuráis. Podemos perdernos por los barrios de Harajuku, donde la modernidad y ostentación no tienen límite. Madrugar e ir bien temprano al parque de Ueno y olvidarse por unas horas que estamos rodeados de una de las mayores urbes del mundo con los mil cantes de las chicharras acechando en cada cerezo.
Tokio sky tree
Considerada la torre de comunicaciones independiente más alta del mundo, con una altura de 634 metros, esta obra de la ingeniería no deja indiferente a nadie. Con un precio algo caro, podemos acceder al primer mirador situado a 350 metros de altura. Otro acceso más caro, nos lleva a 450 metros, pero desde el primer mirador, podemos observar fantásticas vistas de toda la capital. Algo alejado de todo, pero bien comunicado por metro, es mucho mejor que el edificio del gobierno para observar la ciudad como si de una maqueta se tratara.
Barrio Coreano
Quien no haya estado en Corea, debería al menos empaparse un poquito de esta peculiar cultura, en el minúsculo barrio Coreano de Tokio. Decenas de tiendas con grupos musicales de adolescentes, ponen como ejemplo a una Corea cada vez más parecida a Japón de lo que pudiera pensar la gente.
Los lugares son orientativos, porque hay mucho más, como la Torre Tokio, imitando a su hermana la francesa, o perderse por los mercados no indicados en las guías de viaje. Disfrutar del ambiente extraño que envuelven a los hoteles del amor tan famosos en el país y que no dejan de chocar con nuestra cultura.
Tokio es flexible, pudiendo atacarla de diferentes maneras y nunca sabes cuál será la más acertada y ni si por el camino te dejas cientos de cosas por ver. Lo que está garantizado es la diversión y las sorpresas que va mostrándote de golpe, sin guardarse nada para el final, porque cuando algo tiene tanto que ofrecerte, a veces resulta imposible memorizarlo todo. Sea como sea, te gustará, y creerás que sólo por caminar entre sus inimitables calles, ha merecido la pena el viaje.
TRANSPORTES PÚBLICOS
Puede que alguien muy urbanita, no tenga problemas para moverse en metro por la gran ciudad, pero además debería entender japonés, porque no todas las estaciones contienen nuestro alfabeto. Siempre hay algún iluminado que se preocupa de aprender algo de la lengua, pero es preferible utilizar el inglés y preguntar a cualquier transeúnte. Podrás comprobar que la gente se deja la piel para ayudarte desinteresadamente acompañándote a la estación mientras tú te preguntas, si habrá llegado tarde a su trabajo, porque todo el día los ves corriendo a los lugares.
El solo hecho de viajar en metro es toda una experiencia, y por mucho que te digan que utilices el Japan Rail Pass, sinceramente no merece la pena. Dos compañías independientes de metro, transportan millones de personas a diario conectando toda la ciudad. Un billete combinado de 24 horas sale económico si haces más de cuatro viajes, sin embargo con el tren de Japan Rail Pass, recorres la periferia sin tocar el núcleo urbano y acabas caminando mucho y perdiendo mucho tiempo encontrando la combinación perfecta para ir de un lugar a otro.
DORMIR EN TOKIO
Sea por Booking.com o por otra página web de hoteles, es aconsejable siempre tener reserva. Por precio y por no quedarte tirado ya que los japoneses son muy poco perceptibles a las sorpresas y puede que te digan que no les quedan habitaciones por desconfianza. Una noche en una doble con todas las comodidades y desayuno incluido no supera los 25 Euros por persona. Nosotros estuvimos en el Hotel Mystays, situado a media hora caminando al Sky Tokio Tree.
En definitiva. Todo lo que soñaste buscar pensando que nunca ibas a encontrar lo tienes en Tokio. Los barrios manga, entrañables y patrones de una cultura ya ubicada desde generaciones hace que el japonés consuma enormes cantidades de cómics y sacrifique parte de su sueldo en muñecos, salones recreativos y películas ambientadas en sus favoritas series. El surtido es casi infinito, y sus librerias son dignas de admiración. Si no andas con ojo, puedes acabar atrapado en su mundo, en sus películas y canciones pegadizas, para convertirte en un friki terminal, pero al fin y al cabo en un orgulloso friki. Sólo quizá de ese modo puedas pasar desapercibido en una sociedad inmersa en la fantasía de sus cuentos ancestrales que pasaron durante generaciones de padres a hijos.-