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Poner rumbo al norte de Etiopía, es como cambiar de país. Si Addis, justa o injustamente me pareció feota y caótica, la zona que va desde el pequeño aeropuerto de Labilela al pueblo, es uno de los caminos más sorprendentes que puedas hacer.

Supongo que las sensaciones son distintas. Si hubiera venido de otro lugar de grandes praderas o montañas fértiles, hubiera dado menos importancia a las vistas que delante de mi ventana desfilaban con arrogancia y una belleza casi abrumadora. Pero venía de Addis y la contraposición del asfalto con la naturaleza ha sido algo brutal, disparando mis sentidos más de la cuenta.

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Lo decía en un escrito. Gondar está difícil de pisar. Hay conflictos en las calles por un tema político, derivado de unos terrenos que el gobierno central quiere anexionar a la comarca central, dejando fuera del rango de cultivo a muchas aldeas limítrofes con esta futura frontera. La gota de colmó el vaso, vino con una filtración en los exámenes de selectividad para el acceso a la universidad. El gobierno tajantemente ha cortado las conexiones por el ciberespacio, dejando a la población incomunicada y más aún enfadada. Estas son las informaciones que me están llegando desde aquí. Del dicho a la realidad, puede haber un mundo, pero mi ruta a Gondar puede que se vea afectada, debiendo cambiar el rumbo del viaje.

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Labilela es otro mundo. Las cuentas me empiezan a cuadrar cuando leía en mi guía que ocho de cada diez etíopes eran agricultores. Esta octava maravilla del mundo, con ayuda de la Unesco, ha sabido mantener las ancestrales iglesias excavadas en la montaña. Las hay a montones y si tenemos el tiempo justo, deberíamos dedicarnos a visitar primero las que se encuentran en la misma ciudad de Lalibela. La entrada es única y es válida para los días que estemos merodeando entre sus centenarias paredes, cinceladas por la mano del hombre.

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Lo primero que deberíamos hacer, es dar una vuelta por su mercado. Si llegamos en sábado, estará a rebosar, pudiendo sacar buenas fotografías como es costumbre a los mercados africanos. Si como en mi caso llegáis un día normal, entonces os tendréis que conformar con un entorno algo adormilado, pero divertido a la vez. La sensación de peligro en Labilela, no sé por qué motivo desaparece.

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PARA VISITAR LAS IGLESIAS
Hemos decidido dividir en dos partes nuestra visita a las iglesias. Hoy, después de una buena comida en Tukul Resort Village, hemos ido en taxi a la entrada, donde podremos adquirir nuestro ticket. Si podéis contar con un guía local, mucho mejor. Los oficiales abundan en esta época del año. Ciento cincuenta para ser exactos tienen la licencia con su carrera de turismo hecho en la capital y con un inglés intachable.

Es una buena manera de conocer las entrañas de la montaña que acabó convirtiéndose hace siglos en laberínticos pasillos enmohecidos por la bonanza, conectando una iglesia con otra. Según los expertos, para hacer tal locura sobre la roca, hubieran sido necesarios unos 45.000 trabajadores, durante 23 años ininterrumpidamente, picando con unos enseres de risa.

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IGLESIAS DEL NOROESTE
Podemos empezar visitando en la misma entrada, el museo, subvencionado por la Unesco. Muy pequeño, pero instructivo para dar paso a la madre y más antigua de todas las iglesias excavadas en tierra del mundo, llamada Bet Medhane Alem. Una fea carpa provisional para protegerla de las inclemencias del tiempo hacen que nos cueste imaginar la magia que en realidad posee, pero es innegable que sus 11,5 metros de altura impresionan. Si vuestro guía se lo trabaja, hará que no olvidéis este paseo, bajando cuevas, subiendo escalones imposibles, trepando por agujeros vertiginosos y metiéndonos en el estómago de los oscuros y ancestrales templos. Cada iglesia, tiene un sacerdote, cada puerta una llave y sólo los guardianes tienen la llave que da acceso a la misma. Estos sacerdotes ortodoxos, son más que respetados, venerados, por un pueblo tan creyente que me ha sorprendido. Pero de esa cuestión hablaré más adelante.

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Por si fuera poco, podremos ir accediendo sin restricciones al interior de las celebraciones ordinarias, siempre mostrando respeto y educación, acompañados por nuestro guía es una baza que no falla. De este modo y en conjunto general, podremos meternos y empaparnos de los hermosos cánticos que los feligreses a rajatabla se saben de memoria. No son nada cortos estos coros  y después de una leve orden del supremo sacerdote, todo el mundo arranca al unísono, dejando en las paredes oscuras un ambiente tan sorprendente, que dudo de que alguien que venga aquí, se vaya decepcionado.

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El camino ha acabado entre misas fugaces y continuas fotografías, que sorprendentemente puedes hacer sin restricción alguna. La Iglesia de San George, la más fotografiada, es de dimensiones moderadas, pero que en belleza se lleva la palma. Su pequeño habitáculo, más parecido a una mazmorra está impregnado de ese olor a viejo, húmedo y penetrante a la vez. Su sacerdote, ha sido el único de todos los complejos que me ha pedido dinero. Yo me he hecho el loco. La entrada es muy cara y está destinado exclusivamente al salario de éstos guardianes ataviados con túnicas impolutas de algodón. Del mantenimiento ya se encarga el gobierno o la Unesco, por lo que me ha parecido un insulto, el pasar un cepillo pidiendo limosna al “faranji”. Los etíopes, no pagan.

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Mi consejo, es que no corráis y disfrutéis. Los senderos que van conectando un enclave con el otro, son resbaladizos y peligrosos. Quizás sentarte a escuchar como rezan los lugareños, embargándote por una misteriosa emoción, seas creyente o no, valga más la pena que hacer todo el complejo del tirón. Así que calma, que pese a no estar reconocida como la octava maravilla del mundo, por su aislamiento hasta hace poco por cualquier ruta aérea o terrestre, Labilela merece ese título con honor y justicia.

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Más imágenes sobre Lalibela y su mercado:

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 El rezo casi nato en los etíopes, es severo en cuanto a normas. Las mujeres a la derecha y los hombres a la izquierda

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Típica casa de Lalibela, llamada tukul.

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Tumba de Adán. Puerta principal en los tiempos antiguos.

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Feligreses saliendo de las celebraciones. Sus misas suelen durar 3 horas

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Iglesia de Sant George

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Rezos

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Mercado en su chasis

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¿Desapercibido?

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