Un avión, que por suerte ha salido a su hora (el primero desde que estoy en el país), nos ha puesto los pies en la pobre Addis Abeba. El camino hacia el sur del país no es sencillo y no es posible realizarlo por libre. La mejor solución para los que quieran viajar solos, a su aire y con conocimientos sobre los lugares que iremos visitando, es alquilando un conductor mediante una agencia en la capital etíope. El precio es muy variable. Pero hay que saber, que las etnias que dominan el sur, no permiten la entrada a foráneos si no van acompañados de alguien que tenga experiencia y conozca a los jefes.
Eskinder, un larguirucho y simpático guía, será mi coche, mi brújula y mi libro de información andante para que pueda sacar partido de este impactante y duro viaje que me espera.
El camino de Addis a Lago Langano, es bastante sórdido en muchos tramos, no muestra paisajes de ningún tipo. Lo único que encontramos durante kilómetros, son gigantescos invernaderos, dedicados al cultivo de flores, amplios campos sembrados de cepas para conseguir el mejor vino del país, y otras tantas hectáreas de maíz. Todo esto perteneciente a multinacionales que pagan míseros sueldos a la población, que ni rechista, ni entristece, sino que acepta la situación. Con carreteras largas de enormes baches, podremos ver más burros, vacas y ovejas que en toda nuestra vida. Cada basurero, tiene a su eterna guardia real de buitres, de dimensiones sobrecogedoras. Quien diga que Etiopía es un territorio desértico en su totalidad, anda algo equivocado, al menos en lo que respecta a la zona norte y central.
A medida que entrábamos en el parque natural, llamado Gran Valle del Rift, el camino ha adquirido un tono africano inconfundible, con toda la tierra salpicada de gigantescas y encorvadas acacias, casas tradicionales de adobe y los tuk.tuk, endiabladamente feroces, surcando los polvorientos caminos de este hermoso paraíso perdido , tan poco común en nuestro concepto sobre Etiopía.
Después de haber recorrido 200 kilómetros, hemos llegado al Lago Langano. Sus cobrizas aguas, sus montañas ocultándolo por completo de cualquier carretera transitable y la gran baza de que es temporada baja hace que este enorme depósito de agua natural, sea uno de los paisajes más bonitos que haya visto de Etiopía.
Está permitido el baño y sus playas naturales hacen del lugar un edén para el turismo extranjero. Los etíopes, bajo la limitación de su economía, se llevan una soga al cuello cada vez que quieren salir a conocer su país. Tan solo hace dos días le pregunté a un gran profesional que se mueve como un halcón en el Lago Tana, el motivo de por qué había tan poco turismo nacional. La respuesta fue sencilla y tajante. No hay dinero para que nosotros, los etíopes podamos movernos por el sur. Necesitamos alquilar un vehículo como vosotros y eso es algo impensable para una economía que se sostiene con el 80 por ciento de la población trabajando en el campo sin ser propietarios de las tierras.
Ese motivo y otros que iré contando, son delicados en muchos momentos de nuestro viaje. No podemos negar la propina a alguien que te lleve la maleta a la habitación. No podemos dejar que un buen guía no se lleve su extra por haberse esforzado y haya hecho que nos sintamos como en casa. No debemos pasar por alto la gran cantidad de indigentes, tullidos y ciegos que andan sin rumbo por el país, sin derecho a una mínima ayuda por parte del gobierno. Sería mezquino pensar que nos están engañando. Si calculamos la media de sueldos, no pasarán de 100 euros al mes. Las grandes factorías, pagan alrededor de 200 euros. Si nosotros fomentamos el turismo viniendo del extranjero, no estaría de más que una parte ínfima la destinemos a ayudar a los más necesitados.