¿Por qué es tan especial la India más tradicional? Por mil motivos, aunque los más destacables son su historia, cultura y religión. Como si fueran de la mano, con el paso de los siglos, se ha ido formando un subcontinente que nada tiene que ver con el concepto de Asia que tenemos en mente. Los indios, orgullosos de sus costumbres no dejan indiferente a nadie con las más imborrables celebraciones fúnebres, sus cantos y oratorias a los miles de dioses hindús.
Creciendo tecnológicamente a pasos agigantados y con el punto de mira hacia un futuro prometedor, el país está obligado a vivir con la perpetua etiqueta de “emergente”, mezclándolo con sus más ancestrales tradiciones.
Cuando recorres sus tierras, tus sentimientos se ponen en continuo conflicto. El surrealismo desborda al viajero más experimentado. A menudo tratamos de entender ciertas costumbres consagradas en la sociedad india, pero resulta imposible llegar a cualquier conclusión. Lo inesperado es tan normal como lo escurridizo.
EL TRIÁNGULO DE ORO Y BENARÉS
La mejor opción para disfrutar de una travesía más tradicional, es la ruta del Triángulo de Oro, con una obligada extensión a la ciudad sagrada de Benarés. Este itinerario, dará respuestas a la búsqueda de la India más emblemática, la India que aparecía en nuestros sueños de infancia, donde centenarios templos y majestuosos palacios salpican un yermo paisaje.
La puerta de entrada para cualquier viajero, suele ser la ciudad de Delhi. Esta enorme capital, puede golpear duro, más aún al tratarse del primer contacto con la población. Bastarán dos días para que nos aclimatemos al enmarañado tráfico, a la pegajosa humedad, a los profundos olores culinarios que salen de los restaurantes y obligatoriamente debemos admitir que deja de existir nuestro espacio vital, para formar parte de las mareas humanas que inundan las calles, los mercados y los templos.
Puede pensar el viajero que estas características sean un inconveniente e idear otro viaje en otro país menos problemático. Pero si miramos de darle unos días a la Capital india para arrancar con fuerza nuestro viaje, veremos que la esencia del país se respira y que de una manera inexplicable, acaba enganchando a uno, dejando los perjuicios adoptados precozmente en la primera impresión.
Muchos viajeros pueden sentirse “anti-capitalinos”. Sólo el paso de los años, la lógica y la experiencia, pueden convertir a más de uno, en alguien más flexible a su paso por las ciudades más grandes del planeta. Todo lo que contiene un país, acaba de una manera u otra concentrándose en las tripas de los cascos antiguos. Delhi nos es una excepción.
Extensa y casi ilimitada, el turista se acabará moviendo por la zona de la ribera occidental del río Yamuna, partiendo en dos la urbe: Vieja Delhi y Nueva Delhi.
Si tenemos el tiempo justo, la tosca Vieja Delhi contenida por las murallas, pude ser una opción muy recomendable. Si lo que deseamos es conocer más a fondo sus rincones y visitar “las dos Delhis”, podemos contratar en agencias turísticas, unos completos circuitos hechos a medida, con una eficiencia y calidad, equivalente a lo que queramos pagar por excursión. Una jornada completa en autobús de lujo, puede costarnos una media de 10 horas, donde podremos dividir las dos partes más importantes de la capital.
MUMBAI, CONTRADICCIÓN CONTINUA
Otra opción para entrar en el país y empezar nuestra aventura, es Mumbai. Si Delhi concentra todo lo bueno y malo de India, en esta metrópoli veremos por el largo recorrido que va desde el aeropuerto al centro, cómo son los suburbios más grandes del mundo. Esto no debe intimidar a nadie. Si vamos con paso firme, estoy seguro que la ciudad más cosmopolita del país acaba enganchando a todo viajero con alma aventurera.
Mumbai es una contradicción continua. Podemos ser testigos de alfombras rojas dando camino a estrellas de” Bollywood”, mientras que a escasos metros, el tráfico queda atrancado porque una perezosa vaca decidió quedarse donde no debía. Los barrios son muy cambiantes, y parece que las fronteras invisibles se palpen por las distintas clases sociales que los habitan. No olvidemos que el sistema de castas en el país asiático es muy respetado dando forma a la vida diaria de la población y que son motivo de las discriminaciones más radicales que podamos imaginar.
Frente al mar, como inerte vigía de viejas glorias colonizadoras, tenemos la Puerta de la India, un enorme arco de triunfo, concebido tras una visita fugaz del rey Jorge V. Este emblemático monumento sirve como punto de encuentro diariamente de miles de personas. A un breve paseo, nos encontraremos con el Taj Mahal Hotel. Este majestuoso edificio es uno de los hoteles más lujosos del país y fue consecuencia de un arrebato inusual ya que su nacimiento es fruto del despecho hacia su creador al negarle la entrada en un hotel europeo por ser indio.
EL RAJASTÁN
En contraste con las dos grandes metrópolis, encontramos el estado de Rajastán. En esta extensa región, situada al oeste de Delhi, a unos 300 kilómetros, podremos embriagarnos con la India más exótica y romántica.
Rajastán, indudablemente es el destino turístico por excelencia en cualquier catálogo de una agencia de viajes. Su carácter en un pasado no muy lejano de ávidos luchadores ha quedado impregnado como huellas inmortales al paso del tiempo, en los innumerables palacios, que como semillas de la cultura histórica “rajput” han ido brotando por todos los rincones del territorio a lo largo de los siglos.
Ir a Rajastán, es ir a la India. Los vivos colores de los saris más hermosos de las mujeres, circularán delante de nuestros ojos vayamos donde vayamos. La famosa “curiosidad india” respecto al extranjero, en principio algo incómoda y acompañada de mil preguntas, acaba convirtiéndose en algo indispensable e inocente, para poder hundirnos en sus vidas y coger otra perspectiva de un pueblo ansioso por conocer sin maldad alguna nuestro modo de vivir fuera de su mundo.
Empezar por Udaipur, como preludio a lo que vamos a ir encontrando en nuestro viaje, es una inmejorable manera de meter un poco el pie en la mítica Tierra de los Reyes, sin ensuciarnos de golpe.
Esta adormilada ciudad, tiene fama por ser la más romántica del subcontinente. Como una propia paleta de colores, en Rajastán tienen la costumbre de bautizar a sus ciudades con los colores. Por lo que Udaipur, acaba siendo conocida, como “La Ciudad Blanca”.
Este romántico enclave, servirá de paréntesis al viajero que haya venido de las grandes urbes, visitando su emblemático Lago Pichola, que alberga en el centro de sus aguas, uno de los hoteles más impresionantes del mundo; el Lake Palace Hotel.
Como si las intrincadas e inmaculadas callejuelas reflejadas en el cristalino lago no fueran suficiente motivo para quedarnos más días de los previstos, podemos visitar el Palacio de la Ciudad, considerado el mayor de todo Rajastán.
Encarando nuestra ruta al corazón de la provincia, hallamos la ciudad de Jodhpur, llamada también;” La Ciudad Azul”. El origen de su nombre es todo un misterio, pero según las malas lenguas, todo viene por las diferencias sociales en un pasado no tan lejano, donde las familias más favorecidas, pintaban sus fachadas de azul para distinguirse del resto. Con el paso de los años, este arte callejero se convirtió en una moda entre todo tipo de clases, convirtiendo las tierras pardas y polvorientas en un inerte mar de olas azulinas con cemento.
Si Udaipur posee el Palacio más notable, Jodhpur, conserva el Fuerte de Mehrangarh, también conocido como El Majestuoso. Si nuestra visita quedaría justificada por sus grandes bazares, la torre del reloj y la vida que parece que hierva en cada esquina, la guinda del pastel la pone este magnífico monumento, situado en una colina, a 125 metros de altura.
El color de sus paredes parecen fundirse con el de la superficie y a nuestro paso, seremos testigos de viejas cicatrices, causadas por los cañonazos de unas guerras sangrientas, donde los famosos guerreros se ganaron a pulso tan merecido adjetivo de “valientes suicidas”.
Cerrado el espacio aéreo para volar hacia el Norte del país por perpetuos conflictos con Pakistán, el tren es la única opción de entrada a uno de los rincones más mágicos que la India posee.
Jaisalmer, parece dormir suspendida en un árido y evocador desierto. Su fuerte de un color miel, le da el nombre de “La Ciudad Dorada”. Cualquier museo que visitemos en el resto de la India, no tiene comparación con las mismas calles de este pequeño pueblo, que en un pasado vivió de grandes riquezas debido a su perfecta ubicación fronteriza, en el paso de comerciantes venidos de todas partes.
Hoy dedicado al turismo exclusivamente, tendremos la oportunidad de vivir una experiencia única, un cuento de las mil y un noches varado en nuestra imaginación. El cambio de ritmo es tan radical, que el viajero está obligado a desconectar de todo, situando a este anciano fuerte en el lugar más imprescindible de nuestro viaje, para impregnarnos de leyendas pasadas, donde los bazares, las sinuosas calles y los vehículos apenas existentes, crean una simbiosis perfecta para poder saciar nuestros deseos de paraíso soñado.
Pero no caigamos en la desidia y dejémonos llevar por la llamada del Gran Desierto Thar.
Diversas agencias se dedican a cruzar las solitarias dunas en camello. Las travesías, incluyen noches frescas e infinitas bajo las estrellas. Viajes por interminables e inexistentes caminos, combatiendo un bravo calor. Nuestros guías, nacidos de las profundidades del desierto, no dejarán de cuidarnos y mimarnos, para que vivamos el desierto como una aventura casi mística, digna de depositarla en nuestra “cajita de los recuerdos”.
La mayor desproporción en sensaciones durante nuestro recorrido por El Triángulo De Oro, podemos sufrirla, cuando abandonemos las hipnóticas arenas del Thar, para acabar en la gran capital de Rajastán, llamada Jaipur.
Bautizada como ” La Ciudad Rosa”, Jaipur, con su frenético ritmo deja fuera de lugar a cualquier relajado visitante. Caótica pero sublime, la gran capital, concentra los mejores monumentos de la provincia. Su color anacarado va cambiando a medida que avanza el día, convirtiendo los edificios en un fantástico espectáculo colorista.
No nos dejemos intimidar por sus colosales bazares, congestionado tráfico o innumerables comisionistas gritando a pleno pulmón ofertas para todo tipo de servicios. Si nos dejamos llevar por la ciudad, decidiendo nuestro propio ritmo, acabaremos irremediablemente atrapados por su magnetismo.
Jaipur nunca duerme, siempre despierta y atenta, nos mostrará la India más real.
La visita debería centrarse en la Vieja Ciudad Amurallada, ubicada al nordeste, donde podremos caminar por los principales atractivos turísticos. Entre los muchos puntos de gran interés, tenemos el más conocido; el Hawa Mahal (Palacio de los Vientos).
Si bien, la gran ciudad ofrece circuitos que durarían más de una jornada, no debemos pasar por alto el palacio de Amber, situado a unos 11 kilómetros desde el centro histórico. Esta imponente fortaleza, es la máxima expresión en arquitectura “rajput”.
Un viaje por estas latitudes, no estaría completo sin una fugaz visita al Taj Mahal. El camino por vía terrestre no merece la pena, si el tiempo no está a favor nuestro. Un vuelo directo desde Delhi o Jaipur, nos dejará a las puertas de uno de los monumentos más impresionantes del mundo.
Agra, ciudad poseedora de tan magistral mausoleo, no merece atención alguna. Trataremos de enfocar nuestra atención en el Fuerte Rojo y el Taj Mahal.
El Taj Mahal, es una poesía convertida en arte, un suspiro infinito al amor, un canto a los dioses, una ofrenda al mortal, una construcción en tiempos pasados, que simbolizaban la riqueza y egocentrismo de sus marajás. Ahora, símbolo de orgullo nacional, el monumento se cuida con tanto esmero que es bañado en yogur, para que sus relucientes colores no desfallezcan con el paso inevitable del tiempo.
La historia que lo rodea, es tan mágica como las piedras que lo forman. De recursos casi ilimitados, el emperador Sha Jahan, hundido en la depresión por la muerte de su más amada consorte, decidió rendirle homenaje, alzando la mayor y más bella tumba que jamás hubiera realizado la humanidad. Sus constructores, amputados después de finalizar el proyecto para que nadie lo copiara, fueron testigos de la sucesión forzada por su hijo. Desde el Fuerte Rojo, traicionado por su corte, el emperador preso en su celda, miraba día y noche su TaJ Mahal, evocando tiempos pasados que jamás volverían.
El broche espiritual, después de una parada en Agra, lo debe poner la sagrada Benarés.
LAS FUENTES DEL GANGES
Con un magnetismo inexplicable, esta milenaria ciudad, atrae a miles de peregrinos, buscando la purificación en el gran río Ganges. Sagrado y de respetables dimensiones, el río madre, es el epicentro espiritual de la India. Según las creencias hinduistas, si uno es incinerado y liberado entre sus bravas aguas, el ciclo de la reencarnación finaliza, para dar un paso más adelante.
Esta ciudad, llena de vida, acomoda a la muerte como en ningún otro lugar del mundo. Sus rituales son tan cautivadores y espeluznantes, que sentimos a menudo la necesidad de salir corriendo. Dejémonos llevar por sus “mantras”, por sus ininteligibles oraciones, y nos veremos atrapados en un mundo desconocido, pero que acabará cautivándonos.
Los paseos en barca, suelen ir acompañados de un buen madrugón. Cuando la ciudad despierte, nosotros deberíamos estar surcando las aguas del contaminado río. De este modo, seremos testigos, de cómo miles de fieles, acuden a la orilla, para bañarse. El toque fúnebre, es al llegar a la zona de las piras funerarias, donde a diario se lleva a cabo el ritual de la quema del cuerpo fallecido. Durante una jornada podremos llegar a ver docenas de marchitos cuerpos recibiendo el más sagrado homenaje hindú. El espectáculo es imborrable y perdurará en nuestras mentes el resto de nuestras vidas.
Sea cual sea vuestro destino o qué orden elegir, la India acaba esculpiendo los cinco sentidos de cualquier ser humano. Recordaremos las sorpresas que el camino nos ha ido regalando como; las desdentadas risitas de los ancianos, las curiosas miradas de los hospitalarios indios, los exagerados palacios con sus historias encerradas entre sus muros para siempre, los caminos perdidos donde cada aldea, era un ataque directo a los sentimientos, las nerviosas arenas del desierto y la pobreza unida inevitablemente a la más suntuosa riqueza.
La India quedará anclada en tu alma y puede que te sorprendas queriendo regresar de nuevo antes de lo esperado, porque de una cosa estoy seguro, que pase lo que pase, la India no es sólo una visita por ciudades, templos y montañas, sino que también es un viaje a lo más profundo de nuestros corazones.
¿No sabes como conseguir el visado a India? Te lo mostramos.