En mi primer viaje por la isla de Bali (Indonesia), no pude tener ocasión de visitar una de las playas surfistas más famosas del mundo. La meca del surf asiático se abría ante mí ¿me gustó?… la respuesta corta es un sí, pero habiendo estado la primera vez en Ubud, conduciendo una moto y conociendo la auténtica Bali, puede que Kuta Beach sepa a poco.
La atmósfera que uno respira en la meseta balinesa, cubierta por las terrazas de arrozales más bellas del país salta por los aires en Kuta, dejando paso a las franquicias más internacionales del mundo. Donde antes seguramente había un templo, ahora se levantan los imperios de las hamburguesas. Si se quiere aprender a hacer surf, beber a un precio moderado y tomar el sol, Kuta es el sueño de cualquier turista perezoso, pero los que quieran indagar en el pasado de la isla, tener una aventura con la naturaleza o rasgar en la intrincada y misteriosa cultura balinesa, deberá moverse rápido, antes de quedar enganchado por la desidia que ofrece Kuta Beach, con sus adictivos milk-shakes, sus aguados mojitos, sus suaves Bintang, sus hamacas para las interminables siestas, sus preciosos locales Chill Out, sus interminables mercados de artesanía y así un infinito etcétera que acabas olvidando casi al momento si pones rumbo a conocer la auténtica Bali.
Mi recomendación es sencilla y barata. No dejéis que os atrape la vida fácil y buscad una agencia de viajes si vais justos de tiempo para que os enseñen lo que Bali puede ofrecer al viajero. Si nuestro regreso es tardío y podemos alargar nuestra estancia, una motocicleta y una buena guía de viajes hará que nos aventuremos en un viaje distinto al que Kuta nos ofrecía a nuestra llegada.
Puede que la isla sea algo pequeña en comparación con su hermana mediana Java o la mayor, la desconocida Sumatra, pero hacen falta varios días para llevarse una impresión acertada de este enclave que a todos los efectos para mí, es mágico si hurgas en sus raíces.