La capital de Uganda es todo un clásico si tenemos una pequeña noción de lo que significa entender el concepto de una gran ciudad africana. Sucia, fea y totalmente en desarmonía, el tráfico diluye toda esperanza y la sitúa en un ejemplo a no seguir.
Si Addis Abeba (Etiopía), me pareció un engendro mal concebido por el ser humano, Kampala la supera en todos los aspectos a la baja.
Es evidente que no todo van a ser peros. De hecho, donde estuve hospedado, en el hotel Speke, veías perplejo como inmaculados campos de golf estaban funcionando con impolutos jugadores (lo de deportistas … me rio), mientras que una manzana más abajo, se podían olisquear las chabolas donde la gente más pobre y miserable sobrevivía. Es una tónica muy frecuente en todo el continente donde los contrastes se ven acentuados en las capitales.
Las disparidades son continuas y sorprende, no en la periferia sino en pleno centro, como los suburbios crecen sin control ni orden. Ese toque de pobreza mezclado con el barro que inunda cualquier esperanza de una vida mejor nos hace ver claramente que seguimos en las mismas y que después de cinco años desde mi visita a Etiopía, el Este de África sigue en esa línea difuminada donde la supervivencia de la población es un no parar diario que deja al foráneo descolocado y tocado si no está acostumbrado a este tipo de metrópolis donde todo y nada vale a la vez.
**no fumar** pese a mis intentonas de dejar de fumar, Kampala me lo pone fácil dejando a los fumadores excluidos y según ellos multados por la policía ciñéndose a la teoría de que, si fumas, eres mala persona. Totalmente surrealista cuando la contaminación es no solo un problema que vaya acumulándose con el paso de los años, sino que sientes en tus pulmones en el acto, como todo el humo de la gran urbe va entrando a golpes.
Si además a esto le sumamos la basura que vamos encontrando en unos agujeros construidos incomprensiblemente por la acera (supongo que estudiaron poner farolas en un pasado y se olvidaron), los plásticos se van amontonando con comida putrefacta en montones en medio de cualquier calle. Esto nos dará como resultado, una ciudad que no va más allá de lo que un viajero que haya viajado por África haya visto en otros lugares similares.
¿POR QUÉ NADIE PARA EN KAMPALA?
Sencillo. El aeropuerto internacional está situado en la ciudad de Entebbe, la doceava ciudad más poblada del país. Una ciudad dinámica con tintes africanos, abanicada por las aceradas aguas del enorme Lago Victoria y una oferta hotelera irresistible para poder pernoctar y encender el botón de “start”, gestionando nuestra salida hacia nuestro viaje por el país.
Por cuestiones logísticas y cambio de país, tuvimos que hacer noche en Kampala, algo que no era del agrado de muchos de mis compañeros, pero yo, fiel seguidor del ausente escritor Javier Reverte tuve el privilegio de vivir lo que él plasmó en su libro, hospedándome en el mismo hotel donde él tomaba notas para crear su ópera prima, “El sueño de África”.
Lo más sorprendente, fue que desde su publicación habían pasado casi 30 años, y la ciudad estaba tal cual la describía en su libro. Para más fortuna leí durante mi estancia en el Hotel Speke, que él había estado allí mencionándolo con sus divertidas anécdotas. ¿Qué más podía pedir? Investigar si la ciudad cambió durante ese periodo de tiempo. Desgraciadamente cuando él estuvo, la ciudad se estaba gestando, poniendo énfasis que habría un futuro mejor y podría servir como ejemplo al resto de las mega urbes africanas. Visto lo visto después de mi visita, todo ha quedado en una gestación eterna y fallida, donde carece de belleza y personalidad, poniendo en jaque al turismo, donde la delincuencia se ceba con cualquier viajero desprevenido. Una lástima. Si Javier levantara la cabeza … se lamentaría.
LA LLEGADA
Después de la exitosa visita a Murchison Falls, el camino de vuelta a la ciudad más grande del país ha sido fulgurante, pero lo vivido hasta llegar al Mítico Speke Hotel, no solo ha venido acompañado de atascos incomprensibles y perpetuos sino que el desfile de grandes vehículos con diferentes banderas de países, hacía sospechar que alguna reunión internacional en la capital estaba teniendo lugar, dejando en jaque a todos sus ciudadanos, encadenándolos a sus destartalados coches y motocicletas, mientras las comitivas iban y venían de todas las direcciones, acompañados en todo momento de diría yo, todo el cuerpo de policía y parte del ejército ugandés.
DATOS SOBRE KAMPALA
Kampala se ampara bajo 7 colinas. Pese a ser la capital de Uganda, es una gran desconocida porque el aeropuerto donde desembarcan los turistas está en la ciudad de Entebbe, situada apenas a 35 kilómetros. Esto la convierte en un bastión para que el viajero explore un destino totalmente puro sin verse empañado por el turismo de alto rango que tanto abunda en África.
Está a una altitud de unos 1190 m.s.n.m. Cuenta con aproximadamente 1,8 millones habitantes, sumando en su periferia con unos 5 millones, convirtiéndolo todo en conjunto en una ciudad superpoblada de casi 7 millones.
¿QUÉ HACER EN KAMPALA?
Puede que los ánimos si nos pillan a medio viaje, el asomar nuestras narices a la superpoblada ciudad no sea del agrado de muchos turistas que vienen al país en busca de naturaleza y bellos paisajes. Pero dejémonos los prejuicios en la habitación del hotel y salgamos a explorar, siempre con cautela y descubramos como Kampala es el alma del país, oscura, decadente y llena de insultantes contrastes. No será la ciudad de nuestros sueños, pero ya que estamos, ¿Por qué no investigar una de las ciudades menos conocidas del país pese a su peso político y económico?
MEZQUITA NACIONAL
Amante de la cultura árabe, puede que la mezquita más grande de África del Este os deje algo fríos comparándola con otras grandes mezquitas en otros países.
Esta mezquita fue un regalo a Uganda del coronel Muamar el Gadafi de Libia para promover e incentivar a la minoría musulmana que reside tanto en Kampala como en el resto del país.
Su capacidad es para unas 15.000 personas. Eso nos dará una idea de las grandes dimensiones y pese a su empeño de hacerla bonita, creo que le falta personalidad o seamos claros, le falta esa belleza que nos regala por ejemplo la Gran Mezquita Azul de Estambul por poner una de tantas que he visitado.
Sus lámparas de Egipto, decorada con madera del Congo, alfombras de Turquía, cristales de Italia y techos pintados e inspirados en el arte marroquí, intentan dar un aire de grandeza y belleza, pero se queda en un débil soplo.
Pese a mi percepción, sí que es cierto que el minarete es un reclamo si quieres ver a vista de pájaro toda la ciudad. Con 272 escalones, podremos ver una vez estemos en la cúspide, toda la ciudad, con sus iglesias ancladas en las colinas, tanto la católica como la protestante.
La entrada cuesta $5 dólares y pienso que para lo que ofrece Kampala, es un lugar que sólo por las vistas, merece la pena y además nos haremos una idea clara de cómo es la ciudad, porque se ve absolutamente todo.
MERCADOS A VISITAR.
Kampala es sinónimo de mercado. Así como en Addis el Gran Mercado era la atracción por simple lógica, en la capital, estos mercados están separados, pero son completamente factibles de visitar en apenas unas tres horas a ritmo rápido. Por mencionar algunos, pondré los que yo visité, con más prisa que calma, ya que a las seis de la tarde cierran e iba a contrarreloj.
-Mercado de segunda mano: El más grande de Uganda. Un caos donde los peligros acechan entre las interminables y laberínticas callejuelas, no sabiendo donde está el principio y donde el final. Puede que el concepto de que en todo caos hay cierto orden, se vaya por los aires en este caso, porque aquí no se establece ningún tipo de regla. De todas maneras y pese a que los peligros son visibles, merece la pena una visita.
-Mercado de frutas: Un mercado a tiro de piedra del primero. Todo un clásico en un país donde la fruta es una religión y una parte importante de la dieta de todos los ugandeses.
-Mercado de artesanía africana. Pequeñito y coqueto, sorprende que haya un mercado enfocado al turismo, cuando los únicos turistas éramos nosotros. Es totalmente evitable si tenemos más puntos donde comprar, pero es cierto que no anda lejos del monumento de la independencia.
TERMINAL DE AUTOBUSES
Sencillamente impresionante. Parece que no sigan ningún orden, pero todo está calculado. No digo que vayamos a cogerlos, pero ver el espectáculo merece una visita y está a medio tirón entre un mercado y otro.
TEMPLO HINDÚ
Dedicado a una minoría, quien haya estado en la India podrá evocar esos recuerdos que sólo ese país sabe inculcar en el viajero. Puede que sea algo pequeño, pero es un paréntesis y un templo de relajación y reflexión. La entrada es gratuita.
MONUMENTO A LA INDEPENDENCIA
Icónico para los ugandeses, totalmente prescindible para el resto, quedaba a un tiro de piedra del Speke Hotel, que era donde nos hospedábamos. Si hacemos el circuito en el orden puesto durante el artículo, este monumento dedicado a la independencia será el punto final del tour.
¿CONTRATAMOS GUÍA?
Atentos que no hay que contratarlo porque con cuidado y alquilando taxis motos podemos llegar donde queramos. Eso sí, si disponemos de poco tiempo no tiene sentido, ya que los guías irán directos al grano para hacer lo más típico y lo que más pueda impresionar al viajero.
Nosotros montamos un grupo de 8 personas y fuimos con una guía algo despreocupada pero que por apenas $10, nos llevó directos a todos los lugares. Eso sí, conocedora de cómo era su ciudad, iba corriendo, atenta a que no nos robaran y sabiendo que en apenas cuatro horas y la ciudad apagándose con la caída del Sol era más seguro que estuviéramos en el hotel.
¿CUÁNTO TIEMPO DEDICO?
Realmente el circuito es perfectamente factible hacerlo en aproximadamente 3 horas y media, pero sin parar y yendo con paso ligero. Una recomendación es guardar los teléfonos inteligentes en los bolsillos y no usarlos apenas porque los tirones de bolso y los sustos para llevarse los dispositivos ajenos están a la orden del día. Es tan lógico viendo que la vía de escape es mezclarse entre la población que atesta los mercados que no sorprende y nos digamos que estamos en una auténtica ciudad grande de la África más profunda.
Pero si vamos un poquito más allá y nos confiamos un poco, no mucho por si las moscas, echemos el freno y veamos con tranquilidad la vida como fluye en los mercados y paseemos sin prisas, pero ojo, sin pausas ni dudas, ya que Kampala no es un lugar para el turismo y siendo blancos, es imposible pasar desapercibidos, creando un foco de atención tanto para lo bueno como para lo malo.
Una muy buena opción es contratar un guía desde vuestro hotel como he comentado antes y olvidaos de dejaros en el tintero lo más importante si vuestro tiempo es limitado como fue mi caso.
MOVERSE POR KAMAPLA
No hay que complicarse la vida. En taxi directamente si vais acompañados y sino usar las motocicletas. Un trayecto suele salir por unos $5 y en motocicleta apenas unos $2. Los taxis para ir a lo seguro, desde el hotel. Las motocicletas están muy bien vistas por los locales, aunque nos quieran cobrar el triple. Todo es cuestión de llegar a un acuerdo y siempre acaban cediendo dentro de un precio razonable para nosotros. A los pilotos de las motocicletas, es fácil distinguirlos. Llevan chaleco reflectante y casco, complementos que ningún ugandés utiliza en todo el país.
Olvidaos de coger microbuses. Son un caos, iréis enlatados y además es muy complicado llegar a los puntos de interés. Diría que es en un transporte en toda regla para los locales, porque entre ellos pueden hablar y el idioma es una barrera.
CONCLUSIONES
Sí. Evitable, pero con algo de gancho para los más novatos que no hayan rendido cuentas con alguna gran ciudad africana. Es el típico prototipo donde todo el caos emerge, creando confusión, abatimiento y un cierto aire de desconcierto. Cogerle el pulso a Kampala sería sencillo si la capital estuviera exenta de los robos. Es peligrosa y sí, no se trata de ir con miedo, pero cuando los mismos locales no llevan sus teléfonos en mano, es que algo ocurre.
Los marabúes, aves parecidas a los pelícanos que vienen de la familia de la cigüeña, son los vigías que sobrevuelan la ciudad esperando su próxima comida putrefacta sobrantes que los capitalinos tiran con cierta soltura, y acabaremos por asociar a este atroz animal a Kampala o cualquier ciudad de Uganda. Son un fiel reflejo de lo que una ciudad africana puede llegar a ofrecer, donde la basura apenas está controlada ofreciendo a esta feota ave un paraíso.
Kampala no ofrece nada nuevo, ¿o sí? Depende de la experiencia de los viajeros. Para mi gusto, estar allí y no indagar es un pecado. No podemos pretender conocer un país sin conocer su capital, porque es cierto que todo lo malo está concentrado, pero también lo bueno. Seamos insensatos esta vez y exploremos lo que las grandes ciudades africanas ofrecen al viajero, veremos desde un prisma distinto a nuestro concepto de armonía, como África vive y sobrevive a todo lo que le venga, porque a fin de cuentas y quien me lleve la contraria se miente y hemos venido aquí a buscar algo diferente. No dudes que Kampala te lo dará.