Rumbo a Jiva… Tres de la mañana en Bujará. Con un sueño casi incontrolable, nos dirigimos a la lejana estación de la ciudad situada a unos 9 kilómetros del centro histórico. El tren hace aparición con una puntualidad que viene siendo habitual por lo que voy viendo en Uzbekistán. Sin embargo, su fachada metálica anticuada, hace presagiar que la comodidad que nos brindó nuestro último viaje desde Samarcanda, no hará acto de presencia a estas horas de la madrugada.
Apenas me entiende el encargado del vagón que me han asignado. Le hago señas y me indica el camarote. Dos enormes hombres duermen plácidamente en sus literas. Uno desnudo. Apenas quepo y empiezo involuntariamente a golpear repetidamente mi gran mochila con todo lo que encuentra. No quiero despertarlos. Puede que se ofendan, pero necesito unas sábanas porque los colchones aparentan tener más suciedad que el mismísimo repugnante baño del tren.
Me las trae y hago como puedo la de arriba que apenas con mi estatura llego a colocarla. Lourdes encamina el sueño más rápido poniéndose ropa a modo de capas y todo trozo de piel queda disuelto bajo un manto de camisetas y chaquetas, apenas le veo el rostro escondido bajo su capucha. Hagamos lo mismo y encaremos el sueño como podamos.
Me empiezo a alegrar de que hayamos decidido sacar un billete de avión para volver desde Urgench a Taskent en vez de chuparnos 22 horas de tren.
Ya llegamos y de mala gana el chico del vagón nos despierta a todos para ir recogiendo sábanas y demás artilugios que los adormilados pasajeros han ido dejando en las mesas.
Bajamos del tren y respiramos aire profundamente para renovar de nuestros pulmones, la rancia atmósfera que habíamos respirado durante horas en el vagón. Ahora sí, ahora podemos decir que hemos llegado a Khiva.
KHIVA (INTRO)
Jiva o también conocida como Khiva, es la tercera parada en nuestra ruta por el país uzbeko. Si en mi interior había un debate interno, en que iba a acabar cansado de ver lo mismo en las tres míticas ciudades de La Ruta De La Seda, he de decir que estaba totalmente equivocado.
Bujará, dejó el listón tan alto que nada hacía presagiar que mi visita a esta pequeña ciudad, alejada de todo, fuera a dejar rastro alguno digno de ser recordado. Puede que peque en demasía, haberla dejado tan preparada para un turismo de alto rango, habiéndose percatado que este lucrativo negocio llega a ser más cómodo y rentable, convirtiendo sus adobadas murallas, en el refugio de un centenar de tiendas que venden sencillos pañuelos de seda, trabajadísimas artesanías, marionetas o pinturas que a menudo te hacen viajar a otros tiempos pasados. También hay muchos viajeros que acusan a la ciudad de asemejarse más a un museo al aire libre, que a la auténtica Khiva que todos deseamos encontrar. Pese a estos inconvenientes, debemos ser conscientes que la región llega a ser muy pobre. Sus gentiles gentes, no te acosan como ocurre en muchos países de Asia y guardan un respeto difícil de creer.
Puede que Khiva haya sido el punto donde más turismo en masa por agencia hayamos visto, pero cuando la noche cae en la ciudad, todo se calma y un paseo por sus hermosas callejuelas bajo el resguardo de las estrellas es algo que no deberíamos perdernos jamás.
Descartada la salida al Mar de Aral, desechando desde Khiva un segundo intento por visitar Moynaq, haciendo una parada en Nukus por falta de tiempo, decidí hacer tres noches en esta preciosa ciudad, para poder recargar pilas y dar el salto en breve hacía Sri Lanka. Todavía queda mucho recorrido y muchas semanas para finiquitar esta alocada ruta que me he impuesto, y qué mejor manera que hacerlo en La ciudad de las mil y una noches.
Temida desde hace siglos, Khiva se ganó la fama a pulso de un lugar hostil al que jamás uno debía visitar. Sus calles actualmente adoquinadas, no te hacen pensar lo que sus antepasados vivieron bajo el mandato de los temibles Kans. Su condición de mercado de esclavos era bien conocida no solo en el continente, sino en occidente donde ningún europeo osaba pisar este territorio, por temor a acabar con unos grilletes en los pies, pasando de ser un ser humano a ser una mercancía.
Con unas murallas perfectamente remodeladas, y una ciudad que han restaurado lo justo y necesario para que no caiga en similitudes con sus hermanas mayores, puede que hablemos de una de las localidades más bonitas de Asia Central. Diría que acabar la Ruta de la Seda en este enclave, ha sido poner el broche de oro a un viaje que empecé con más dudas que certezas.
Para ir preparando vuestra estancia, os voy a dar lo que no debéis perderos y atentos a los consejos, porque os pueden servir de muchísima ayuda.
COSAS QUE NO DEBEMOS PERDERNOS
Moverse por Khiva es tan sencillo como hacerlo en tu barrio. Sus puntos de referencia son los minaretes y las murallas. Su extensión es tan pequeña, que mucha gente comete el error de querer hacerlo todo en un día, cuando la realidad es otra, viendo que la ciudad es tan o más disfrutable cuando todo el turismo desaparece al atardecer.
Mi consejo es que hagáis mínimo una noche y podáis pasear tranquilos tanto cuando no queda un alma en la calle o al alba, cuando la luz del cielo se ve realmente preciosa. Los atardeceres tampoco se quedan atrás y debéis buscar un buen punto en el Oeste para poder disfrutar de este evento diario que convierte los colores de adobe de sus madrasas en un sinfín de tonalidades anaranjadas.
Orientarse es tan sencillo como saber dónde están las murallas que lo rodean, con sus cuatro salidas. Pedir un mapa y consultar con la oficina de turismo qué poder visitar en orden de prioridad, es imprescindible si no disponemos de muchos tiempo.
-ICHON-KALA.
Es el nombre que recibe la ciudad amurallada, donde basaremos toda nuestra ruta para conocer Jiva a fondo. Los secretos encerrados entre sus bellas murallas son dignos de ser para muchos viajeros, los mejores conservados y más bellos de todo Uzbekistán. Un viaje al país pasando por alto esta punto, sería un contrasentido en querer adentrarnos en la histórica ruta de la seda. Entre gustos no hay nada que decir, pero personalmente, creo que Jiva es la más bonita, fácil y auténtica de las tres joyas obligadas, en nuestro camino por el país. Acusada injustamente de ser un museo viviente, podremos ver, como en Ichon-Kala, la vida fluye de una manera normal entre sus habitantes, dando por sentado desde hace ya más de una década, que el turismo, es un sustento extra muy preciado, para que puedan vivir de sus negocios vendiendo baratijas y hospedando a todo tipo de aventureros en preciosos y auténticos hostales, que llegan incluso a formar parte del encantador lugar.
-PALACIO TOSH-HOVLI
Uno de los monumentos más llamativos, no por lo que nos pueda parecer desde fuera, sino que en su interior, alberga un precioso palacio construido por orden de Khan el Constructor, donde los preciosos azulejos, se combinan de manera magistral con los pilares de madera tallada. Sus altos techos, aprovechan la más mínima brisa para combatir el calor procedente del desierto y según cuenta la historia, el primer arquitecto fue ejecutado por no poder concluir el proyecto en dos años.
Tenemos dos entradas, una que da acceso a las habitaciones, que consta de más de 150 habitaciones, y otra situada en el Norte que da a un bonito y elaborado harén.
-MINARETE KALTA MINOR
Enorme y robusto minarete visible desde la entrada principal. Su construcción en 1851, pretendía ser el más alto de todo el país, con intenciones de divisar en la lejanía a Bujará. Mohammed Amin Kan, quien decidió iniciar el proyecto murió mientras se construía y quedó sin terminar. Pese a no estar finalizado, puede que sea el símbolo más conocido y fotografiado de toda la ciudad, debido a su belleza.
-MADRASA ISLOM HOJA
Al Sur de la ciudad, encontramos esta impresionante madasa, acompañada del minarete más alto de la ciudad con 57 metros. Subir a él, tiene un coste extra si no habéis comprado la entrada VIP. Las vistas son espectaculares, pero las escaleras que dan acceso a la cima, son estrechas y el paso de dos personas lo complica aún más.
La madrasa, tiene el mejor museo de toda la ciudad, el Museo de Artes Aplicadas. En nuestra visita, podremos ver artesanía Corasmia, alfombras uzbekas y piedras talladas en caligrafía árabe.
-MAUSOLEO DE PAHLAVON MAHMUD
Con una entrada de pago extra (6000 UZS), se trata de uno de mis favoritos. Esta tumba que venera al poeta y filósofo Pahlavon Mahmud, que acabó convirtiénose en el Santo Patrón de Jiva. Su interior estilo persa bajo una bonita cúpula color turquesa, guarda la tumba de este querido y legendario personaje. En la siguiente sala, podremos ver los azulejos más bonitos de todo Jiva.
Aquí, debemos ser más respetuosos que en otros enclaves, guardando silencio y vestir correctamente. De lo contrario, se nos invitará a salir educadamente.
-PASEO POR LAS MURALLAS
Tan imprescindible como los museos, mausoleos o madrasas que Jiva nos regala, es pasear al atardecer por sus gruesas y bonitas murallas. Los accesos son visibles si seguimos el perímetro. No debemos pasar por alto el buscar un buen mirador y admirar los atardeceres más bellos de la región.
-MUSEOS PARA TODOS LOS GUSTOS
Allí donde haya una madrasa o un pequeño edificio que apenas os diga algo, entrad e investigad. Podremos encontrar interesantes museos que apenas salen en las guías. A mi, me gustó muchísimo especialmente el de la fotografía, donde las instantáneas, plasmaban a la perfección, cómo era la vida en Jiva hace unos 130 años.
Museos como el de las pinturas, la música o incluso uno dedicado al difunto presidente, son cuestiones de predilecciones, que si dedicáis el tiempo suficiente podrá sorprenderos, cómo tales lugares, llegan a pasar por alto, las guías más especializadas.
OJO AL DINERO (PRECIOS)
Tres cajeros he llegado a contar en la ciudad de Khiva. Ninguno de los tres me ha funcionado. Llevo Mastercard y Visa y cuando ponemos el importe nos deniega el dinero con un comprobante donde viene el mensaje en inglés. Puede que pienses que sólo me ocurre a mí, pero en los tres cajeros habría un centenar de esos comprobantes tirados en las papeleras y los suelos de los mismo ATM.
Aconsejo que llevéis dinero en metálico. Preferiblemente Soms y si no queda otra, dólares, ya que el Euro lo cambian en la calle como quieren. La manera más sencilla es preguntar por algún banco en el exterior, donde en teoría no deberíamos tener problemas para cambiar.
PRECIOS (A TENER EN CUENTA)
Caro. Muy caro el intentar comprar alguna cosa dentro de las murallas. Mientras que en las tiendas del exterior puedes llenar una bolsa por apenas $1, en las pocas tiendas de comida (yo he visto una sólo), nos querían cobrar por dos plátanos 1 € o una bolsa de patatas 2€. Puede que no signifique mucho para ti, pero cuando lleves unos días en el país, te darás cuenta que es un robo.
-Comer o cenar es caro, pero aceptable resultando incluso económico al cambio. Una buena cena para dos personas con cerveza, carne y sopa, puede salirnos por unos 9 € por cabeza.
-Dormir, a mi parece es bastante económico. Una doble en un hostal con baño privado y desayuno estupendo no supera los 30 € por noche. Los hostales suelen estar extremadamente limpios y el servicio durante todo nuestro viaje ha sido fabuloso. En Khiva no ha sido menos.
¿PAGAR ENTRADAS O ENTRAR GRATIS?
Aquí es donde sacan los dientes. Por 150.000 (14€), es la entrada más cara y con muchísima diferencia que hemos pagado durante todo el viaje. También hay otros precios como el de 100.000 (9€), que te dan acceso a algunos puntos pero te prohíben la entrada en otros. Son 5 € de diferencia que pagas para tener total libertad de entrar donde te plazca. Merece bien la pena.
-Entrada Vip: 150.000 (14€). Entrada a todos los museos, subir al minarete y acceso al mirador de la muralla. VALIDA PARA DOS DÍAS.
-Entrada Estándar: 100.000 (9€). Entrada en museos pero excluye los dos últimos anteriores. VÁLIDA PARA DOS DÍAS.
*Si tenemos el hotel dentro de la ciudad amurallada, podéis acceder por pequeñas entradas ocultas en las murallas sin dar explicación a nadie. Sino, deberemos abonar 50.000 Soms.
EXCURSIONES DESDE KHIVA A OTROS PUNTOS
Pactar con un conductor es cuestión de paciencia. Las pocas agencias locales que aquí trabajan lo hacen para llevarnos a las típicas excursiones de un día o dos dependiendo del destino.
A los que optáis por visitar el Mar de Aral, he de decir que aquí es factible hacerlo con un conductor privado, pero obligatoriamente habría que cogerlo a través de una agencia de viajes en vez de dialogar con los conductores particulares, ya que éstos últimos no tienen ni la información suficiente, ni los vehículos adecuados para llevar tal empresa. Sin embargo, ir a Muynak y a Nukus es rentable, ya que las agencias se encargan de cobrarnos un 30% más.
Precios para salidas desde Khiva con regreso a Khiva con agencia (descontar un 30% si contratáis a algún conductor de la calle)
– Tour de una jornada a las diez fortalezas. Distancia 320 km. Precio $55. De 9 a 10 horas de duración.
– Tour de media jornada a cinco fortalezas y el lago Akcha Kul. De 5 a 6 horas de duración.
-Tour a Muynak y Nukus. Distancia 790 km. Precio $90. Duración. De 12 a 14 horas.
Es muy interesante la opción del Tour de Muynak, ya que hacerlo por vuestra cuenta puede saliros más caro ya que deberemos hacer un par de noches en Nukus y gestionar el transporte por nuestra cuenta allí. También hay salidas de dos días a buscar el Mar de Aral. Los precios son algo desorbitados. Yo intenté hacerlo desde Nukus y el propietario de una reconocida agencia me ofreció una noche en Yurtas, con llegada a Muynak y orilla de Mar de Aral, por $250 dólares por persona más $100 si queríamos que el conductor hablara inglés.
CONCLUSIONES FINALES
Después de haber puesto los pies en Samarcanda, Bujará y Jiva, puede sorprender que diga, que entre ellas hay pocas similitudes viendo las fotografías. Es sencillo poder realizar un rápido análisis, si decimos que las ciudades que he ido visitando han ido menguando de tamaño, pero todo lo contrario en belleza. Puede que Samarcanda fuera una joya antaño, y hoy lucha por no perder esa identidad, frente a una urbe que se ha modernizado de tal manera, que a menudo mientras caminamos, dudemos si realmente estamos en Uzbekistán.
Bujará, ya cambia el tono extremamente moderno usado por su hermana mayor y la seducción empieza a tocarte en cualquier esquina, quedando todo a un tiro de piedra y con un ambiente tan acogedor que siempre pensarás que te has quedado corto de días.
Sin embargo, Jiva, la pequeñaja, es lo que todos anhelamos cuando buscamos un enfoque más íntimo, de lo que debió de ser en la antigüedad. Su ritmo más pausado, combina casi a la perfección con un turismo irremediablemente en alza, no provocando esa sensación de sofoco debido a las masas. Puede que septiembre haya sido el secreto para viajar y que en otras épocas del año, aquello se colapse, pero mi experiencia ha sido excelente.
Cuando la noche se acerca, los visitantes se han ido, el silencio va engullendo todas las históricas murallas y la oscuridad empieza a dibujar formas en las solitarias esquinas, llegaremos a disfrutar del mejor momento de todo el viaje, paseando por un ciudad que ha sabido guardar su identidad y remodelarse con gusto y sin extravagancias.
Sus restaurantes de exquisiteces, sus sublimes pensiones con perfectos anfitriones, su casi estudiada iluminación en cada calle adoquinada, sólo hacen que Jiva se vaya convirtiendo en un mito viviente, como lo fue en un pasado no muy lejano.
Sin duda, diré sin tapujos que Jiva ha llenado no sólo mis expectativas, sino que también se ha hecho con un hueco en mi corazón viajero.
Qué no debemos perdernos de Samarcanda
Qúe no debemos perdernos de Bujará
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JIVA EN IMÁGENES
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ATARDECERES INOLVIDABLES
JIVA O KHIVA?????
POSTALES DE UN VIAJE
CERVEZA UZBEKA CON UN FONDO INSUPERABLE
MURALLAS
A VISTA DE PÁJARO
MAL VIVIR …
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