Hong Kong es una ciudad que envuelve. Es de aquellas metrópolis en las que a uno le gustaría vivir durante un tiempo, a pesar del extremado calor que hace en verano debido a su humedad. Pero uno acaba acostumbrándose a ello, eso sí, quedándose con la curiosidad del porqué los asiáticos no sudan y los occidentales sí. En todas nuestras fotografías aparecemos como recién salidos de la ducha y a nuestro alrededor impolutos hongkoneses sin ni quiera gotas en la frente.
Cuando se habla de Hong Kong se ha de tener presente que es una ciudad a la vez que una región administrativa de China.
Ésta incluye la gran isla, la que le da este nombre, la península continental, que queda por delante de ella, y unas más de 200 islas e islotes situados en la costa sur del mar de la China, frente al delta del rio de las Perlas. En total ocupa unos 1.000 km2 de los que sólo un 25% está poblado, pues el resto son reservas naturales bajo un clima subtropical, siendo, probablemente, esta exuberante vegetación que la envuelve, parte de la belleza de la ciudad.
Nosotros decidimos alojarnos en la península, en Kowloon, pues los hoteles son más baratos, si se compara la relación calidad/precio con el distrito denominado Central situado en la parte baja de la gran isla, Kowloon tiene vida y al no ocupar la zona del centro financiero, parece no dormir, sus noches son muy animadas, especialmente en la zona de Temple. Al atardecer empieza un animado mercadillo en el que se puede encontrar desde las típicas imitaciones chinas a tenderetes especializados en pinceles propios de la exquisita caligrafía china. Callejear por la calle principal y cenar en los restaurantes, cuyas mesas están en plena calle, con mesas en la calzada, fue todo un placer. Están especializados en marisco, eso spicy, hot spicy, desde almejas a gambas que tienen expuestas vivas y que uno mismo puede elegir para que las cocinen, acompañadas de cerveza del país, siendo, en relación más cara la bebida, que la comida. También cerca de allí comimos filete de Kobe, esa carne japonesa exquisita que en nuestro aquí es prohibitiva, y allí la puedes degustar a precio de bistec español. Sin duda es una zona gourmet a precios asequibles si se tiene en cuenta que Hong Kong es una de las ciudades más caras del mundo.
Además de los placeres culinarios, Kowloon está llena de calles especializadas en comercios que son dignos de ver rodeando el famoso mercado de las mujeres. Desde la calle en la que sólo podrás encontrar peces de colores, acuarios, que parecen piscinas, y todo los complementos para las mascotas acuáticas, a otra en la que sólo encontrarás postizos, extensiones, lacas, secadores, peines, en fin todo lo inimaginable para el pelo. Europa ha perdido esa tradición de gremios que otros países han sabido mantener, especialmente en oriente. Ello nos hizo reflexionar y concluimos que aunque parece que para el comprador es mucho más cómodo tener de todo en todas partes, la especialización gremial, perdida en occidente, hace descender el nivel de asesoramiento y la competitividad de precios, que, por el contrario, sí se encuentran en estas calles monotemáticas.
El Mercado de las Flores, en la zona de Mong Kok, es un festival de colores y aromas. Es fascinante ver miles de orquídeas que se aglutinan en pequeños espacios esperando a compradores mayoristas y minoristas, aunque lo más curioso es que son de procedencia holandesa. El made in sólo lo tenían los bonsáis que también merecían ser contemplados. A su lado también se encuentra el “Mercado de los Pájaros”, donde además de venderse y comprarse, los delicados animalitos con plumas, se pueden ver fantásticas filigranas de jaulas hechas en bambú. De bambú también están hechos los andamios, dicen que su flexibilidad y resistencia es mucho más adecuada y segura para alzarse hacia las alturas de los rascacielos, sin peligrar sus estructuras por las inclemencias del tiempo.
La isla es una babilonia moderna, coches lujos se combinan con antiguos tranvías en vías rápidas situadas bajo las muchas pasarelas que conectan los altos edificios con nudos de intersección convertidos en centros comerciales, donde la multitud transita a toda velocidad.
La ciudad no ofrece grandes monumentos y aunque su historia se puede encontrar en su excelente Museo de Historia de la ciudad, cuya entrada es gratuita y cuyo potente aire acondicionado agradecimos en una mañana calurosa, sí brinda famosos edificios, catedrales de las finanzas, realizadas por los más famosos arquitectos del mundo. Desde el que ocupa el Banco de China o el International Commerce Centre de 118 plantas y el más alto de la ciudad.Ellos son los protagonistas de un espectáculo nocturno, Symphony of Lights, que cada día a las 8 de la tarde reúne a multitud de turistas, frente a la Bahía Victoria, para contemplar el skyline iluminándose al compas de la música. Sin duda, verlo, es de obligado cumplimento, pero si uno conoce Shanghái o New York, lo valorará como un entretenimiento de fluorescentes kitsch… aunque ya se sabe que contra gustos no hay disputas, y tampoco es tan, tan horroroso. Por menos de un euro, los viejos transbordadores te trasladan a la gran isla, el viaje es entretenido. Contemplar los dos lados de la Bahía, a una velocidad adecuada, permite poderse fijar en detalles que se empequeñecen frente la grandiosidad de los rascacielos, como el reloj o el faro del viejo embarcadero, o las pequeñas barcas pesqueras que se entrecruzan con los ferry que van de isla en isla. La gente que trabaja se transporta con ellos, es más económico que el metro, sorbiendo te de sus termos portátiles, se desplazan absortos en a sus pensamientos sin esos ojos abiertos y atentos que nosotros mostrábamos sentados en la popa.
Directivos occidentales entrajetados, jóvenes estudiantes, asiáticos de distintos países dedicados al servicio y un sin fin de transeúntes desfilan con aspecto algo robotizado por esas calles suspendidas en el aire que salvan el difícil tránsito de la ciudad.
Las escaleras mecánicas cubiertas más largas del mundo se encuentran allí. Se trata de uno de los medios de transporte mecánicos más utilizados para ir desde el distrito de Central hasta los Mid-Levels. Son de una sola dirección, siendo de bajada por las mañanas y de subida por las tardes. Tiene una longitud de 800 metros, y dispone de varios apeaderos que van desde Central Market, un mercado autentico y con baratísimos restaurantes, hasta Conduit Street. Es una forma fantástica de superar sus empinadas calles deteniéndose en los pequeños barrios que se sobreponen en altura, curioseando a través de las ventanas que en ellas asoman y donde los pequeños negocios de sastrería o de venta de antigüedades se exponen a los viandantes.
En la parte más alta se encuentra Victoria’s Peak donde se pueden contemplar las mejores vistas de la ciudad desde el Peak Tower que alberga el museo de cera y, como no, un centro comercial. Se puede acceder desde un funicular, carísimo, que recuerda al del Tibidabo de Barcelona y aunque tiene su encanto, reconocemos que en esta visita hicimos de auténticos guiris.
En esta ciudad de bullicio también hay pequeños remansos de paz donde la espiritualidad desea pervivir al margen del ruido, consiguiéndolo relativamente. Este es el caso del Templo Wong Tai Sin, enclavado en una gran zona ajardinada y custodiada por moles de cemento de los altos rascacielos de viviendas. Es el santuario Feng Shui de los deseos, pues alrededor del pabellón principal hay pequeñas capillas que alojan deidades budistas, taoístas y confucionistas con placas esculpidas que indican sus exclusivos beneficios a cambio de oraciones y de incienso, que previamente se habrá comprado en los muchos tenderetes que se amontonan a su entrada. En el patio central los devotos mueven unos cartuchos con pequeñas varas que van cayendo a la espera de que en su interior solo se salven aquellas que les otorguen la suerte de sus deseos. Y para los más osados o necesitados por saber su buenaventura, existen adivinos que, como en pequeños confesionarios, por unos pocos yuanes quizás arreglen sus vidas.
Visitar Hong Kong por libre es fácil, muy fácil y diseñar el viaje también. Los jóvenes hablan inglés por lo que no hay dificultad en caso de perderse o de necesitar cualquier otra ayuda. Lo recomendable es deambular por ella, dejarse llevar. El clima es quizás el condicionante más importante a tener en cuenta, pues según cuando se visite, la lluvia o el calor, probablemente, redibujen los planes del día a día, como a nosotros nos sucedió.
Texto: Anna Sirera, Carlos Cuevas
Fotografías: Carlos Cuevas, Guillermo Cuevas