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Situada entre dos continentes, Estambul es una ciudad que se deja ver. Su islamismo es de los más permisivos si en lo que al turismo nos referimos. He estado en varios países musulmanes y las restricciones para visitar diversas mezquitas eran numerosas. Es evidente, que cuando toca rezo, hay que ser respetuoso y salir para que los feligreses puedan estar en silencio con sus plegarias.

En otros lugares, sin embargo, me he encontrado mezquitas que se usan a menudo para hacer cortas siestas cuando el sol atiza de lo lindo. Una buena cabezada en los alfombrados suelos, no es una mala idea. Sin ir más lejos Egipto, me sirvió para dosificar fuerzas y dar reposo a mis pies. Aunque leí que a la mayoría no pueden entrar los turistas, yo no tuve ningún problema viajando solo,  disfrutando de la belleza de este incomparable país.

Sin embargo, en Indonesia, las mezquitas en pleno ramadán quedan abiertas a todo público, a toda mente curiosa que quiera acercarse a este mundo sorprendentemente no tan distinto del cristianismo. La única norma que deberemos cumplir es vestir adecuadamente y si sois mujeres deberéis subir a un piso superior,  mientras que los hombres se aposentan en el suelo principal.

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Supongo que en cada país varía y que los extremismos en algunos lugares serán menos indulgentes, dejando al sentido común de cada uno el paso hacia las entrañas de los edificios religiosos más bellos de oriente.

Estambul es tan tolerante, que sorprende al viajero de una manera tan grata que cuando pensamos que hemos visto todos los templos islámicos que nuestro cerebro pueda asimilar, sale uno nuevo en el camino, que te impulsa a entrar de nuevo. En este caso no vale decir: visto uno, vistos todos. Debéis explorar sin pudor alguno el que callejeando, se plante en vuestro camino. Son lugares de reposo, de paz absoluta y de una belleza indiscutible.

Si partimos de la Mezquita Azul, no deberíais pensar que mejores no las vamos a encontrar. Todo lo contrario. Es más. El interior de este fabuloso edificio, desde mi más sincera opinión me decepcionó habiendo estado en otras de dimensiones mucho más reducidas, pero de una sencillez y belleza superior.

Según dicen los estambulitas, su ciudad, cuenta con unas mil mezquitas. Difícil de asimilar tal cantidad y más si os decidís por visitar el país haciendo paso breve por la ciudad contando con los típicos cuatro días. Yo he estado tres veces y aún sigo descubriendo cosas que no entiendo cómo pude ignorar la primera vez.

Caminar a la hora del rezo, con cientos de  muecines llamando a la oración, crea una atmósfera evocadora. Tengamos en cuenta fue denominada en el año 2010 Capital De La Cultura.

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Sin ir más lejos, yo estuve hospedado en la zona de Laleli, muy cercana a la zona universitaria y a medio kilómetro este de la Mezquita Azul o Santa Sofía que andan separadas entre ellas por unos escasos doscientos metros.

La primera tarde, sin apenas tiempo de hacer ninguna visita rentable, decidí ir hacia el norte donde el mapa de mi guía de viajes no señalaba nada. Fue un descubrimiento ir andando por una Estambul desconocida, desprovista de turistas y con unas mezquitas tremendamente hermosas. Creo que el impacto de principiante fue el detonante que hizo decidirme que la más bonita era la primera que pisé. Como andaba fuera de ruta, no pude ni anotar el nombre ni conseguir averiguarlo. Pero tranquilos. Estambul creo que debería tener una favorita para cada uno de vosotros.

Una de las favoritas por todos los visitantes es la de Solimán el Magnífico. No es la más fotogénica, ni la más grande. Pero está situada en una colina, pasado el bazar de las especias. Debéis encaminar unas angostas calles. La mejor hora es al atardecer donde la ciudad queda al antojo del juguetón Sol, dando unas vistas estupendas. Pero no todo son las panorámicas que podemos ver. Probablemente será una imborrable visión cuando veáis sus interiores. Son una gozada difícil de igualar por el resto de las más conocidas. Si vamos justos, encaminad vuestros pasos a la colina. Si vais sobrados, visitad primero las que andan a nivel del mar, porque vista ésta, estoy seguro que el resto os sabrá a poco.

En el siguiente artículo os detallo qué ver de la ciudad. No todo iban a ser mezquitas. No. Para nada. Estambul podría ser un imprescindible si prescindiera de estas hermosas construcciones llenas de historia. Va mucho más allá. Ya veréis y espero que ya me contaréis.

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El interior de las mezquitas, suelen ser muy parecidos. Pero algunas guardan un encanto que deberemos descubrir por nuestra cuentas

 

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La más famosa de las mezquitas. La Mezquita Azul

 

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Una de tantas. Fotografía tomada desde la parte asiática

 

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La noche transforma a la capital cultural en otra ciudad

 

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Minarete y Cúpula