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Como si de un largometraje se tratara, el mundo está siendo sacudido por un terremoto llamado Coronavirus o como científicamente se denomina, Covid-19.

 

AFRONTANDO RETOS

Confinados en casa, mirando atrás no hace más de dos meses, recuerdo leer las noticias, como este extraño fenómeno sacudía la provincia china de Hubei , despertando cierto recelo hacia un país que se nos antojaba tan lejano, que jamás sospechamos que a modo de escoba, todo su daño iría barriendo el resto de nuestro planeta.

Cuando Italia sucumbió, fue cuando empecé a preocuparme. Como si se tratara de una premonición, indagué en el estreno de una serie, en una famosa plataforma televisiva,  que rezaba un título nada escabroso en los días que vivimos, pero que me pareció horrendo en su día: «pandemic».

Ahora toca hacer autocrítica, no a nivel mundial, sino a nivel nacional, ya que nos sentimos decepcionados y agobiados, no sólo por el confinamiento obligado que nos ha impuesto el Estado, sino por la pésima gestión de un Estado, que se tomó a guasa lo que se veía venir en el horizonte y que las medidas adoptadas, como siempre llegaron tarde y a medias tintas.

Queda fuera de toda lógica, que empresas obliguen a sus trabajadores a trabajar sin medidas de seguridad, que los clientes aplasten a sus proveedores más de la cuenta, antes de bajar persianas con la pesada incertidumbre de si esta jornada seguiremos estando sanos, o podremos ser nuevos portadores de este fatídico y misterioso virus.

Atrás quedan las visitas a nuestros padres por pánico a que ellos, más vulnerables, no queden postrados solamente a una cama durante una semana, sino que vayan un paso más allá, lamentado una pérdida que podría haber sido evitable.

En nuestro burbuja de cristal, hemos ido viviendo, creyéndonos  invencibles e inmunes a cualquier tipo de enfermedad que sólo enfocara sus objetivos en países más desfavorecidos. Por dar algunos datos, podemos decir que la Malaria, mata aproximadamente a 400.000 personas anualmente. El temido aunque lejano Ébola, es uno de los más terroríficos, con una tasa de mortalidad elevadísima,  que se va llevando a los enfermos entre terribles dolores, pudiendo su alto contagio,  exterminar a pueblos enteros, pero tratándose de países como el Congo donde se centró por última vez su actividad,  acabó interesando bien poco el caso para muchos. Hablemos de la mortandad por hambre, que es algo que no me entra en la cabeza, sin menospreciar el Coronavirus, diré que hasta me parece de risa comparar cifras. Mientras el primero alcanza cifras de unas 3249 muertes en China (me suena a cuento chino), en el mundo mueren al día unos 8.500 niños de hambre o por enfermedades relacionadas con la mala nutrición.

 

GRANDES HEROES

España, lejos de hacer bien las cosas en los pasados años, con unos políticos corruptos que lastraron cualquier progreso social, hicieron recortes a una Sanidad Pública, hiriéndola de muerte, para favorecer a la Sanidad Privada. Mirando el presente, donde mi país se va a pique, me pregunto, ¿Dónde está la ayuda que estas empresas privadas recibieron en su día por parte de gobiernos de derechas, que intentó a toda costa derribar un derecho adquirido por todos nuestros abuelos y padres?

Exhaustos, expuestos y con voluntad férrea, médicos, enfermeras, auxiliares, personal de administración, ATS, celadores, personal de limpieza, mantienen una lucha a diario en nuestros hospitales, a un paso del colapso, para que todos nosotros podamos salir de ésta. Aquí no sirve el «sálvese quien pueda», «ésto no va conmigo», aquí debemos remar todos en la misma dirección y mantener la alerta, confinándonos en casa y apoyando a los que están luchando a diario por nuestra salud. Pero bueno, ver al «querido» y pésimo ex-presidente Jose María Aznar y a su bilingüe esposa Ana Botella, hacer caso omiso a la orden de quedarse en casa, para irse a Marbella, es saber que España, no es un país de necios, sino que es un país de políticos idiotas.

No podemos olvidarnos de otras personas que hacen que este histórico momento no sea una guerra total. Hablamos de los transportistas, cajeras, reponedores y trabajadores que hacen desde el famoso papel higiénico en sus fábricas, a los que trabajan en pequeñas factorías, haciendo posible disponer de los primordiales productos de primera necesidad.

Recordemos cuando salgamos de ésta, de que todo fue posible, porque otros se sacrificaron  y que gracias a ellos, seguimos adelante, aprendiendo de los errores que inevitablemente cometimos.

 

MAS DE LO MISMO

Cómo si no hubiésemos aprendido de la pasada crisis económica vivida en el 2008, las empresas, lejos de arropar al trabajador, aun a sabiendas que esta pandemia es temporal, se han acogido a los planes ofrecidos por el Gobierno, mermando la economía doméstica hasta límites peligrosos.

Grandes compañías que han obtenido beneficios descomunales, deciden cerrar temporalmente sus instalaciones, tiendas o almacenes durante un mes que se estima la apertura tímida de nuestra sociedad a la normalidad, dejando a su trabajador, su fuente de ingresos, marginado y no me vale que nuestro Gobierno avale tal decisión con los temidos ERTE, que como acaba ocurriendo siempre, sólo beneficia a los grandes, dejando en la cuneta a la inmensa mayoría de la sociedad, sacrificando sus trabajos, por un confinamiento que no está siendo nada sencillo de llevar.

 

DESESPERACIÓN VIAJERA

Incertidumbres a largo plazo y anulaciones de viajes a corto plazo es el menor de los problemas. Llevamos ya días, los que estamos en este mundo, viendo en las redes sociales, como miles de viajeros, desamparados, han quedado atrapados en muchísimos países en tierra de nadie. Sin dinero, sin hospedaje, sin ninguna información y menos aportación, por parte de las embajadas y los consulados, quedan expuestos a posibles represalias, porque no olvidemos que aquí podremos afrontar una pandemia de una manera, pero en otros lugares que están viendo las orejas al lobo, como Honduras, El Salvador o Perú, la cosa se encrudece y las armas a la vista mientras intentan abastecerse en las tiendas, empiezan a hacer acto de presencia.

Otros tantos, sencillamente pasan una cuarentena en aeropuertos, sin duchas, sin camas, careciendo de unas necesidades mínimas como está ocurriendo en Filipinas.

Todo esto es duro, pero ¿qué me decís cuando ellos desconocen realmente cuando será su regreso a casa?. ¿Qué pensaríais vosotros si no tuvierais un billete de vuelta?

¿Para que sirven entonces los malditos Consulados y las Embajadas? ¿Dónde están los funcionarios cuando se les necesita? ¿No deberían tomar ejemplo de nuestros sanitarios, estando mucho más expuestos?

La situación no invita al optimismo. Los países tanto afectados, como libres de este virus,  han querido blindarse de tal manera, que casi todas fronteras aéreas han quedado bloqueadas y las terrestres restringidas. La solución queda lejos de encontrar una salida. Sólo les deseo fuerza y entereza a nuestros viajeros y que cualquier mensaje que dejen caer por las redes, será difundido, para hacer eco de su extrema y delicada situación.

 


LA HISTORIA DE UN MÉDICO CUALQUIERA

Una semana tan intensa no deja indiferente a nadie. Menos a mi hermana, médico de vocación, lucha a diario por evitar el contagio y lo más preocupante, el contagio a sus pacientes. Hechos los test de si el positivo era confirmado, debido a que sus compañeros habían sucumbido, su negativo le dio alas para seguir luchando y atender sin descanso a los enfermos que llegaban a las puertas de urgencias.

Analicemos cómo está actuando no el Sistema Sanitario, sino las personas que trabajan dentro de él, dejando a un lado las políticas aberrantes que quitaron la ilusión de muchos médicos, por una de las carreras universitarias y profesiones más bonitas de la historia de la humanidad. Si nos basamos en que éstos guerreros debían estar en casa debido a la cuarentena que deben pasar, un negativo, significa volver a las trincheras desarmados y con la total seguridad que tarde o temprano el COVID-19 los atrapará. No existe un límite, sólo una delgada linea entre sanitarios y pacientes, que se rompe única y exclusivamente cuando estos primeros acaban infectándose. A eso se llama morir luchando por lo que creen, sacrificando sus vidas personales a favor de pacientes desconocidos, llegados de todas partes, desinformados y asustados.

El confinamiento puede llegar a ser duro, pero cuando éste deja de existir, porque tu profesión te exige vivir cogido de  la mano con el fatídico virus, acabamos por descubrir, que unos aplausos diarios en los balcones de todas las ciudades y pueblos del país en agradecimiento, no sólo se queda corto, sino que debemos luchar por cuidar a todos estos grandes héroes, prometiéndoles desde las altas esferas, una mejor financiación, unos horarios humanamente posibles de cumplir, un reconocimiento que pasa de largo a diario y sólo se percibe en momentos tan críticos como éste.

Sólo resta decir un mayúsculo GRACIAS. Un agradecimiento tan profundo, que espero de todo corazón, que esta crisis, marque un antes y un después en todo nuestro Sistema Sanitario, a todos los que desde sus tripas lo hacen posible, desde el más reputado cirujano a las auxiliares que llevan las tareas más duras de un hospital.

 

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