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Situado en la capital de Camboya, encontramos la escuela del terror, rebautizada como el Museo del Crimen y  llamada localmente como Tuol Sleng. En ella encontraremos parte de la historia del genocidio camboyano. Quien visite Phnom Penh, no debe perder la oportunidad de hacer un hueco en la agenda y dedicar una jornada a ver esta pequeña escuela y los campos de exterminio.

Quien vaya a Camboya y sólo quiera pararse en Siemp Riep para ver los templos de Angkor y salir como entró, conocerá la historia de un pasado muy lejano, no exento de una incuestionable belleza abrumadora.

Quien siga adelante y profundice más por sus caminos, visite sus aldeas y ciudades, debería tener una idea de lo que sucedió en el país entre los años 1975 y 1979.

Como mencioné en el artículo dedicado a Phnom Penh, la capital se deja acariciar. Pero cuidado para los desprevenidos. Si hundimos el dedo en la cicatriz de una guerra contra una dictadura, con un posterior régimen también dictatorial, veremos que esta ciudad tiene una personalidad diferente a muchas de Asia.

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Visitar Tuol Sleng y los Campos de la Muerte, son parte de vuestro recorrido si queréis conocer la historia y concienciaros de lo que sucedió. Son dos visitas, separadas por varios kilómetros, pero unidas lamentablemente, ya que los presos que no fueron ejecutados en la escuela, fueron llevados al campo de exterminio. Estoy seguro que mucha gente desconoce las atrocidades que en este bello país sucedieron, pero tranquilos, preparad vuestros sentimientos y reforzadlos, porque nadie queda impune a la dureza que durante vuestro recorrido por estos dos imprescindibles de la capital vais a sentir, oler y mascar. Haced de vuestra siniestra visita, un ejercicio de conciencia, para contarle al mundo como lo hago ahora yo, que estas cosas no pueden volver a suceder.

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Actualmente siguen vivos algunos de los que propiciaron el peor genocidio del siglo pasado.  En las fotografías que muestro, podemos ver el actual estado de las celdas, que se han dejado tal y como las encontró el ejército vietnamita. En las habitaciones más grandes, que servían de aulas cuando se utilizaba como escuela, encontraremos camastros oxidados , donde se llegaron a torturar a unas dieciocho mil personas. Tan solo sobrevivieron siete. Podremos ver los indignantes zulos  improvisados, donde tenían a los presos. No se cabe estirado, sólo sentado. Sus paredes desnudas por el ladrillo, pueden dar una ligera idea de lo que vivieron aquellas pobres personas que llevaban escrito su destino después de cada paliza. Incluso hubieron algunos que aguantaron dos meses antes de sucumbir al dolor.

 

CÓMO LLEGAR Y PRECIOS
A Tuol Sleng : Desde el centro, usad las moto-taxis, que salen realmente económicas y son rápidas. La entrada no supera los 4 Dólares.

A los Campos de la Muerte: Situada a 14 kilómetros, un taxi compartido o una moto-taxi son dos buenas opciones. La entrada no supera los 5 dólares.

*Algunos hoteles, hacen la ruta conjunta. A menudo bien de precio y con un necesario guía para que nos explique todo lo que vayamos viendo. Yo lo hice por libre pero aconsejo el servicio de algún entendido en la materia.

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HISTORIA DEL GENOCIDIO
Durante la década de los setenta, el sádico régimen de los jemeres rojos, dirigidos por el alocado y comunista Pol Pot, sembró al país de miedo y cadáveres durante cuatro años. Su lucha contra el capitalismo, la monarquía y su utópica idea de hacer un mundo agrario, dedicado sólo al cultivo de arroz y poco más, llevó a Camboya al puro caos. Incomunicada del resto del planeta, con las fronteras cerradas a cualquier visita o ayuda, apenas pudimos saber lo que se cocía en la cocina del infierno. Sólo después de que Vietnam entrara y derrotara al régimen del sádico y paranoico dictador, llegamos a descubrir las atrocidades  más incomprensibles y salvajes que la raza humana pudiera imaginar.

Para hacernos una idea, su genocidio, proporcionalmente, superó de largo al de Adolf Hitler, matando a una tercera parte del país que por arte de magia, consideró suyo. ¿Sus criterios? No existía la familia. Los niños eran obligados  a matar a sus padres. Los formaban con rifles para que los trabajadores más efectivos trabajaran durante todo el día en jornadas de 14 horas. Estas manipuladas criaturas  eran reemplazadas cada tres meses, siendo víctimas por la nueva generación de niños ejecutores.

Dicen, que cuando Heinrich Himmler, mano derecha de Adolf Hitler,  visitó un campo de concentración, donde tenían a los judíos bajo pena capital. Vio en la mirada de los soldados, índices claros de locura y estrés,  al tener que disparar durante todo el día a personas como si de ganado se tratara. El estrés y la locura que este «triste iluminado por la oscuridad» supuso ver en sus hombres, fue lo que hizo que los nazis estudiaran maneras de quitar tanta carga psicológica,  a un ejército que empezaba a conquistar Europa. Empezaron a maquinar todo tipo de métodos, desde mata-ratas en comidas a insecticida en habitaciones con cientos de personas clausuradas, para que los efectivos del ejército utilizados para «cuidar» de los campos de exterminio, más necesarios en las trincheras,  fueran  menos, pero las matanzas a más. Después de varios meses de pruebas con las pobres miles de cobayas dieron con la fórmula mágica, inventando las famosas cámaras de gas.  En Camboya, evidentemente, la prohibición total de vehículos a motor, hacían imposible estudiar estos mecanismos ya probados con efectividad años antes en la segunda guerra mundial. Les era más práctico ir matando a golpes en la cabeza. Cuando veían los cabecillas que en esos niños asomaba un pequeño atisbo de locura, pasaban ellos a ser parte de la lista negra.

Bajo el dominio de Pol Pot, el país se empezó a llamar, Kampuchea Democrática.  Su táctica después de conseguir la victoria, fue desalojar a toda la población de las ciudades. Depuesto un dictador, por la llegada de los Jemeres Rojos, el pueblo contento por creer en el final de una guerra, no sabían que ellos serían el caldo de cultivo para la nueva era. En 1975, El nuevo dictador comunista, denominó año cero. Quedaban abolidas, las escuelas, las infraestructuras urbanas, dejó de existir la moneda y el mercado.

El mayor problema de este personaje, era su propia sombra, viendo continuamente posibles golpes de estado contra su poder, donde no existían. No dejó títere con cabeza. Los mayores enemigos, pasaron a ser los mismos camboyanos que vivían en las ciudades y que vitorearon a los Jemeres en su paso, el día que ganaron la guerra contra el anterior dictador, encontrando en ellos el anti-modelo a seguir por su ideología de un comunismo tan radical, que jamás se había llevado a cabo por su incoherencia, viendo  en ellos la marca de un inexistente capitalismo tan odiado por toda su corte de líderes.

Los campos de la muerte, empezaron a llenarse de cadáveres. Faltos de atención, los hospitales clausurados y una población de dos millones de habitantes,  traída a empujones desde la capital, empezaron a desfallecer, viendo que no había ni comida, ni salida. El mundo echaba la vista hacia otro lado. Camboya no tocaba después del desliz con Vietnam.

Cualquiera que supiera leer, era liquidado por haber tenido más educación que el resto, siendo para los jemeres una muestra muy clara de un egoísmo incurable.

Las madres eran enterradas vivas con sus bebés. El amor natural, estaba prohibido.  Enamorarse era algo imposible según las leyes y a los pobres que les podía más la pasión, acababan llenando el campo de cadáveres, que se amontonaban y que ni se preocupaban en quemar. Sólo el partido elegía los matrimonios. Sus ideas eran tan locas como el mundo en el que vivimos, porque después de lo sucedido, al cabo de los años, todos los líderes incluyendo a su número uno, salieron impunes para las Naciones Unidas. Un hecho ya insultante, fue que derrocado el gobierno de los Jemeres, muchos de los altos mandos, formaron parte del nuevo parlamento.

Entrevistado en medio de la jungla, por un periodista al cabo de muchos años, Pol Pot, no mostraba arrepentimiento alguno. Es más, aún se creía que la salvación de Camboya estuvo en su mano, faltándole tiempo en su mandato para concluirla. Murió consumido sólo por la vejez sin tener un ápice de remordimiento, sin ser juzgado y felizmente en su hábitat, donde se formó en su juventud como rebelde de una causa sin sentido.

De una descomunal locura. De un tipejo con cara de bonachón y viviendo media vida en el lado rebelde, cobijado por aldeas limítrofes con el país vecino, me sorprende pensar lo loco que está nuestro mundo, si alguien con esa ineptitud para la vida, pudo dar tanta muerte y para más sorna, dominar un país entero.

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Documental recomendado sobre el genocidio:

Película recomendada y muy fiel a los hechos : Los Gritos del silencio