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Despedirse de la mítica Samarcanda no ha sido fácil. El listón tan alto impuesto por la belleza de sus magníficos monumentos, hacía presagiar que Bujará sería más o mejor dicho, menos de lo mismo.

Lejos de caer en las típicas tendencias de elegir empezar por el Suroeste y acabar a lo grande en el Este, decidí por cuestiones logísticas, hacerlo a la inversa y acabar en el pueblo de Jiva. Lejos queda el Mar de Aral y los pocos días que me quedan en Uzbekistán, han hecho que mi regreso a Taskent, sea a paso ligero, por la enorme distancia que separa mi llegada y futura partida en el país, hasta del punto más lejano al que he llegado. Los erróneos cálculos a meses vista, me hicieron una mala jugarreta y decidí pegar el salto desde aquí a Sri Lanka, dejando en el tintero, poder visitar una de las mayores catástrofes ecológicas creada por el hombre(El Mar de Aral). En este viaje, mi único objetivo era igualar la ruta de otros viajeros, que me recomendaron hacer las tres grandes ciudades que representan la famosa Ruta de la Seda. Cada una tendrá algo diferente, pero el temor a que las tres se parezcan y acaben en un eco repetitivo, sigue presente a cada kilómetro que avanzo por las veloces y desoladas redes ferroviarias del país.

Desde una ordenada, espaciosa y curiosamente vacía estación de trenes en Samarcanda, hemos cogido el expreso que en apenas dos horas nos ha dejado en Bujará. El camino que separa a ambas, no deja de sorprender por las vastas tierras que uno puede ir observando desde el gran ventanal del tren. Los pequeños tornados que formaba el desierto, eran los únicos signos de movimiento, bajo una inerte tierra baldía. Los campos de cultivo, apenas visibles durante el recorrido, han sido castigados por el duro verano. Aquí es donde podremos llegar a ver entre bastidores, la otra vida del país, la de los campesinos, quebrando a los pobres burros cargados hasta los topes y viviendo en aldeas más bien míseras y feas, cuyo nombre dudo que alguien que no viva allí conozca.

El tren, remodelado e inusualmente confortable, hace que el recorrido entre las ambas ciudades históricas, forme una parte importante que debemos disfrutar. Atrás deberíamos dejar los taxis compartidos, donde las carreteras castigan sin pudor a los nerviosos y enanos vehículos de los taxistas, corrompidos por el polvo incesante que traspasará no solo las ventanillas, sino nuestros pulmones, dejando a más de uno exhausto.

 

LLEGADA A BUJARÁ

Si la estación de trenes de Samarcanda era enorme y limpia, la de Bujará no se queda atrás. Los taxistas, algo más pesados que en otros lugares han ido a la yugular, viendo que venía el tren cargado de turistas.

Acordado un precio entre un conductor y yo, con la certeza que me había tomado el pelo, pusimos rumbo a la ciudad que está a 13 kilómetros de la estación. Dos minutos me han hecho falta, para otorgarle al tipo, el título de “el peor taxista del mundo”. Joven, vivaracho y algo gallito, no ha parado de hablar mientras conducía con pasajeras de otros taxis, bajando su ventanilla y haciendo un estúpido cortejo estéril. Cuando no funcionaba, ponía la música a tope, creo yo, incluso que olvidándose que llevaba pasajeros y se iba cambiando de carril sin señalizar,  mientras conducía con una mano, a por otro coche cargado de chicas a ver si la suerte alguna vez le sonreía. Poco futuro le auguro al pobre chaval. Acabará besando a una farola a tal velocidad en vez de a una jovencita uzbeka.

Caminamos 300 metros desde donde nos deja el taxi y acabo por dar con el Mujará Hotel. Negocio el pago con la dueña, que si euros, que si dólares, que si Soms, que si no se puede con tarjeta …. Al final como si fuera un millonario, le ha soltado 900.000 Soms que son al final unos 80 Euros por tres noches.

 

PRIMERAS IMPRESIONES

Casualmente, 1 de septiembre, domingo y festivo en el país por el día de la independencia. Me pregunto, ¿Qué independencia?. Me constaba que habían abandonado el comunismo y que después de una democracia de panfleto, estuvieron durante más de dos décadas, bajo el mandato de un presidente electo, que más que cuidar a su pueblo, lo mataba trabajando en los campos de algodón, sabiendo que es una tierra mal dada para cultivarlo. Me informo que por culpa de este tan afamado “dictador”, el país se abre paso a cámara lenta con el exterior. Que Naciones Unidas se ponía las manos en la cabeza, con los actos típicos de un energúmeno, que acabó pillándole el gusto al poder y abusar de él, acabó siendo su hobby. Cuando a un uzbeko le preguntas por política, te acaba hablando de fútbol. Totalmente comprensible. Después de andar bajo una torrencial lluvia de comunismo durante tantas décadas, ahora les tocó caminar por el barro de una democracia de pacotilla, que causó un descomunal aguacero de injusticias, durante otros tantos años.

Que un personaje histórico como Tamerlán sea idolatrado en casi cada rincón del país, más aún en Samarcanda por el gran patrimonio cultural que legó, suena a chiste y que para más inri, se ganara el título de “el mayor asesinos de uzbekos en la historia”, no tiene lugar en la lógica humana. Que fueron los propios uzbekos que se cargaron su imperio, cansados de linajes desgastados y empujados por la renovación  y de reclamar lo que realmente era suyo, era cuestión de tiempo o más bien diría yo, de justicia poética.

Salimos a la plaza y estaba llena de gente, debido a la festividad . El Sol ya escondiéndose tras las madrazas, regalaba a la ciudad unas preciosas pinceladas de tonos anaranjados. La primera sensación a menudo es la que nos queda como recuerdo para toda una vida y éste ha sido insuperable. Bujará es preciosa. Su conocida plaza, epicentro de ávidos negociadores restauradores, ha sido remodelada, desplazando a los más ancianos que jugaban al ajedrez bajo los milenarios árboles, para ser sustituidos por restaurantes, que se llenan de turistas y locales, al ritmo de terribles cantantes que intentan satisfacer a la clientela y que  extrañamente obtienen el éxito bajo las animadas y románticas noches del casco antiguo.

 

QUE NO DEBEMOS PERDERNOS EN BUJARÁ

Si disponemos de un par de días deberíamos ir dosificando los tiempos por etapas. Es muy fácil caer en el error de querer visitar la mayoría de los monumentos, no siendo conscientes de que hablamos de 140 edificios protegidos, sin contar con otras visitas del mismo interés, como mercados, callejuelas laberínticas,  quedando incluso otros, fuera de las típicas rutas que uno se prepara antes de arrancar a conocer la ciudad.

Lo primero que debemos hacer, es conseguir un mapa en cualquier oficina turística y preguntar qué no perdernos. Personalmente, creo que Bujará no es digna de ser vista en una sola jornada, va mucho más allá y dos, incluso tres jornadas serían perfectas para llegar al intrincado número de madrazas.

Os pondré por lo tanto, ocho lugares que no debéis pasar por alto.

-PLAZA LYABI-HAUZ.  Construida en 1620, alrededor de un estanque, esta plaza es literalmente el centro de la ciudad. La vida fluye por este punto a raudales. Los elegantes restaurantes, se despliegan en masa y puede que no hace mucho, este simbólico y emblemático lugar, fuera incluso más encantador que en la actualidad, sin las masas ocupando todas las terrazas. El limpio y cuidado estanque fue curiosamente una fuente de enfermedades, dejando mermada a la población y poniendo la esperanza de vida en 32 años. Caminar por sus ordenadas y limpias calles, hacen dudar que tal hecho, ocurrió en apenas 100 años. No tengo duda alguna que se trata de uno de mis lugares favoritos.

-MINARETE KALON. Con 47 metros de altura, este minarete llegó a ser el más alto de Asia Central. Construido en el año 1147, sobrevivió a terremotos y al devastador Gengis Kan, después de dejar al resto de la ciudad hecha añicos. No es posible acceder, pero puede que un futuro próximo se reabran las escaleras de su interior. Hay que verlo de noche iluminado.

-MADRAZA MIR-I-ARAB. Preciosa madraza con unas luminosas cúpulas azules. Puede que sea el edificio sin contar el Minarete Kalon, más impresionante y visitado de todo Bujará. Acceder al vestíbulo es posible pero ahí se acaba la visita. Debido a su ubicación, en la misma plaza donde tenemos la mezquita Kalon y el Minarete Kalon, es todo un imprescindible que no se nos pasará por alto. El consejo  es que debemos verlo de día, al atardecer y cuando anochece, las sencillas luces que encienden, convierten a este rincón de Bujará, en pura magia.

-MEZQUITA KALON. Enfrente de la Madraza Mir-i-Arab. Este precioso centro religioso es todo un espectáculo para cualquier fotógrafo. Desde su enorme patio, bajo el cobijo del único árbol que hay, podemos relajarnos e hincharnos a hacer fotografías. Las dimensiones son más que respetables, pudiendo albergar a más de 10.000 personas. El precio de la entrada, 2000 UZS.

-CHAR MINAR. Alejada del centro histórico, encontramos esta fotogénica construcción, entre callejones laberínticos. Podemos subir al tejado por unos 4000 USZ. Enfrente encontraremos una curiosa tienda que no debemos perdernos, donde venden diversos artículos soviéticos, como monedas, billetes,  trajes militares, medallas, pins y tienen una interesantísima colección de otros productos de Asia Central. Más que una tienda, parece tratarse de un museo. A los coleccionistas, este comercio les volverá locos de alegría.

-BAZARES. Caminar desde la plaza Lyabi-Hauz, hasta el Minarete Kalon, forma ya parte de un imprescindible. Los bazares cubiertos, son todo un reclamo no sólo a los apasionados compradores de recuerdos, sino que también forma parte de una visita obligada para todos los visitantes. Tres bazares con cúpulas, renovados quedan en pie de las docenas de callejuelas laberínticas que en un pasado abarrotaban de comerciantes la ciudad. Evidentemente la esencia se perdió hace ya muchas décadas, encontrando ahora, vendedores de alfombras, cuchillos y baratijas, que a fin de cuentas, es lo que acabamos comprando la mayoría de los viajeros.

-EL ARK. Impresionante fortaleza que domina la ciudad. Sus enormes murallas no dan lugar a confusiones. Es la estructura más antigua de toda la ciudad. Su rampa principial es la entrada donde podemos adquirir las entradas por 20000 UZS. Lo realmente interesante de este complejo, son los interesantes museos que hay en su interior. Si queréis enteraros bien de su historia, no tendréis problemas en contratar a cualquier guía de la entrada. No los busquéis, ya os encontrarán ellos a vosotros y el precio ronda unos 20.000 UZS.

-CHAR BAKR. Para alejarse de todo ajetreo, si os veis muy agobiados con tantos grupos turísticos, podéis hacer un paréntesis yendo a Char Bakr. Se trata de una visita algo alejada de todo lo visto hasta ahora al tratarse de un recinto funerario. Las normas son más estrictas aquí, y tened la seguridad, que habrá alguien para que no os saltéis ningún protocolo de respeto. La mezquita en pleno uso, no permite el paso de turistas, pero caminar por el mausoleo ya bien merece la pena el viaje que apenas dura quince minutos desde El Ark Para ir hay que contratar un taxi, pero hemos de negociar también el precio de vuelta ya que será difícil cogerlo allí para regresar a la ciudad. El precio de la entrada es de 5000 UZS.

**Ocho puntos de interés, viendo lo que yo vi, sé que son muy pocos, aunque a cada uno hay que dedicarle su tiempo. Hablamos de una cantidad tan descomunal de puntos de interés, que como dije antes e insisto ahora, deberéis ir viendo a vuestro paso y decidir sobre la marcha. Pero hay más cosas que hacer a parte de madrazas, mezquitas, museos y fortalezas, que no pongo en la lista por no tratarse de lugares específicos, pero que de ninguna manera deberíais perderos. 

-CALLEJEAR. Es una de las actividades más recomendables. Dejad los mapas fuera y partid del centro a buscar esas callejuelas llenas de historia. Puede que os perdáis, pero estoy seguro que perderse en un lugar tan cargado de magia, será el menor de vuestros problemas. En cualquier esquina veremos una mezquita, una madraza o una tienda artesanal, alejada de todos los focos turísticos.

-PARQUE DE ATRACCIONES. ¿Por qué no? En el parque Samanani, situado a un paseo desde Ark (veinte minutos) al Noroeste de la ciudd, encontramos un anticuado parque de atracciones, donde parece que los locales, le dedican buena parte de su tiempo de ocio. Sus precios son tan bajos, que será imposible no sucumbir y subir en ciertos tío-vivos. Su gran estanque, nos servirá para situarlo en cualquier mapa y si estamos algo cansados de tanta visita cultural, ésta salida es una opción que nosotros hemos ido utilizando en casi todas las grandes ciudades de Asia Central. Divertidísimo …..

-TORRE BUKARANuevo edificio que sirve de mirador para los que quieran gastarse ni más ni menos que unos $20. Las vistas son fantásticas y dan de cara a la fortaleza más conocida de Bujará.

 

MOVERSE POR BUJARÁ.

Fácil. En taxi. Además de ser tremendamente económicos, aunque muy pequeñitos, no son dados al engaño. Los precios se pactan antes de la carrera y nosotros no hemos tenido ningún problema con ninguno no sólo en Bujará, sino durante todo nuestro viaje por Asia Central. Para llegar desde la estación de trenes, el precio puede que roce los 50.000UZS (4 euros). Es lo más caro que vais a pagar.

 

 

LLEGAR A BUJARÁ .

En avión desde Takent, uno diario.

En taxi compartido. Cada vez menos utilizado debido a la red ferroviaria, pero nada descabellado para ir a Jiva, aunque mucho más lento y duro que ir en tren directo.

En tren. La mejor opción sin duda alguna. Lo que hacíamos nosotros, era utilizar la app Rome2río en el teléfono móvil, poniendo origen y destino y automáticamente nos ponía todos los horarios. Una vez decidamos qué tren coger, es de vital importancia, ir a la oficina de reservas y comprarlo con un día de antelación.  Los precios para ir a Jiva o Samarcanda, suelen ir desde los $10 a los $20, dependiendo la clase que elijamos viajar.

 

CONCLUSIONES FINALES

La modernidad de Samarcanda, parece haberse contenido allí, no extendiendo de manera exagerada sus tentáculos sobre Bujará. Tampoco nos engañemos y por mucho que veamos la gran belleza de sus calles, sólo Jiva consigue trasladarnos en el tiempo. Bujará necesita de una buena planificación previa antes de empezar a caminar a ciegas por sus calles. Seamos conscientes que las dimensiones engañan y muchos enclaves de interés están algo alejados, pero no para ir en taxi, sino para ir caminando.

Bujará ha sido no todo lo que esperaba, sino mucho más. Mientras Samarcanda presume de su Rejistán, Bujará puede alardear no de algo en concreto, sino de todo un conjunto histórico tan extenso y desconocido para la mayoría de los viajeros occidentales, que me sorprende el no haber sabido apenas nada de ella, hasta que puse mi punto de mira sobre Uzbekistán.

Es evidente que cualquier viaje por La Ruta de la Seda, debe pasar obligatoriamente por Bujará. Sería de necios sacrificarlo, estando ahora tan bien conectado tanto por tren, como por carretera.

Podeis estar bien tranquilos. No sólo la ciudad os encantará, sino que os enganchará totalmente, con sus colosales y bonitas madrazas expirando por cada uno de sus porosos ladrillos, la historia que todos andamos buscando.

Conociendo la mítica Samarcanda

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