Budapest no decepciona al viajero que busca escapadas breves pero intensas. Pensemos en su segundo nombre: La Perla del Danubio y nos daremos cuenta que una vez pongamos los pies en la capital nos dejaremos llevar por una riqueza cultural tan desbordante, que veremos difícil cumplir con los objetivos impuestos en tan solo tres jornadas.
Mi primer día en Hungría ha sido muy rentable. El clima, una especie de alocado niño, ponía y quitaba nubes a su antojo, pasando de un calor primaveral algo subido de tono, a un frío húmedo con lloviznas intermitentes.
Cosas que he hecho en medio día:
Lo primero ha sido localizar el apartamento, situado en la zona Buda, pegadito al Danubio y con un encanto por su precio insuperable.
El propietario, una fuente de información muy eficaz, ha resuelto mis dudas sobre la ciudad. Las bicicletas en Budapest son un transporte muy útil ya que es bastante plano el terreno y hace de este medio de transporte una seria opción para conocer la ciudad.
Peter, el propietario, nos ha obsequiado con una tarjeta gratis para poder alquilar durante los cuatro días las bicicletas que el ayuntamiento de la ciudad ha puesto por todo el centro urbano, con aparcamientos a la vista. Quien sea de Barcelona, sabrá de lo que hablo cuando el sistema es el mismo que el “Bicing” de mi ciudad natal.
El apartamento podéis verlo y contratarlo en el siguiente enlace:
Hotel Castle District Apartahotel
Entre unas cosas y otras, hasta las 15:00, no he podido arrancar a devorar lugares. Mi primera parada ha sido el Danubio, desde el lado de Buda, las vistas del Parlamento son las mejores, ya que están situadas en el otro extremo del río llamado Pest.
Atravesando el puente de Szechenyi, conocido como el de las cadenas he llegado al Parlamento andando. El paseo es muy agradable y fácil.
El edificio es uno de los más grandes del mundo. Se utilizaron 40 millones de ladrillos para su creación y tardaron 17 años en concluirlo.
No es de extrañar que deje a más de uno sin habla cuando lo ve por primera vez de día y vuelva a enmudecerlo cuando de noche se torna más mágico con su perfecta y estudiada iluminación.
Una fallida intentona por entrar en el museo del mismo Parlamento me ha puesto en dirección opuesta, cogiendo una bicicleta y sin pensármelo he ido pedaleando Danubio abajo hasta el Mercado Central situado en el puente de Szabadsag, que si nos ponemos a contar puentes, es el tercero.
En el mismo mercado he dejado la bicicleta y he encarado la colina para poder ir a la ciudadela, conocida por ser una fortaleza con las mejores vistas de la ciudad.
La subida de apenas veinte minutos es llevadera y el premio muy gratificante, quedando Budapest a tus pies.
Después, el callejeo ha sido muy aleatorio. No quería mapas y me dejaba guiar por la intuición. Las calles repletas de restaurantes caros y bonitos, me hacían pensar que efectivamente iba por buen camino, atravesando la Fashion Street donde había tiendas para todos los gustos y bolsillos.
Una cerveza nacional me ha hecho recordar que Praga no quedaba tan lejos ni en la distancia ni en el tiempo de mi viaje hace un año.
Poco a poco iré cogiendo el pulso a una ciudad, que por el momento se muestra dócil. Y es que como siempre pienso….es tan fácil viajar por Europa que a menudo olvido que ando por otro país…