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Enorme, dinámica y algo distante. A Bogotá es difícil definirla. Con el apodo de  «la nevera», por sus gélidas temperaturas debido a la altitud, la capital colombiana, muestra muchas caras

DSCN0937a los visitantes. La más agraciada, podemos encontrarla durante las jornadas diurnas. Cuando la noche asoma, los policías se retiran y su peligrosidad se hace constante a cada paso y en cada esquina. Los barrios más conflictivos, como La Candelaria, son los más bellos de visitar.

Plagado de museos, arte callejero y buenos restaurantes, se hace difícil creer en la existencia de dos rostros tan distintos en una ciudad tan solo  marcados por las horas del reloj.

La plaza Bolivar, el magnífico Museo del Oro (uno de los mejores de latino-américa), la vida frenética en la plaza del Chorro de Quevedo, los innumerables bazares rebosantes de vida, son suficiente motivo para dedicarle unos tres días a rasgarle un poco las vestiduras a esta endemoniada ciudad.

¿Cómo atacarla y no morir en el intento? Sencillo. No debemos mostrar ostentación alguna mientras caminamos. El peligro de sufrir altercados es alto. Me sabe muy mal juzgar a ciertos lugares, porque se suele generalizar y con ello llevarte injustamente por delante al 98 % de una población encantadora. Pero en Bogotá, hay que ir esquivando vagabundos continuamente. El barrio de Egipto, o la zona que va desde el centro histórico a la Avda Caracas es muy poco recomendable. Los barrios más alejados del casco antiguo son muy seguros y conocidos, donde los hoteles abundan. Pero lo encantador es arriesgarse y dormir en La Candelaria.

Los dispositivos electrónicos son los más buscados por los maleantes y cualquier móvil, cualquier cámara fotográfica o tablet, serán un foco de atracción con miradas ansiosas. Si no me creéis…probarlo!!!!

Esto no debe ser perjuicio alguno para que no nos dejemos llevar. Recordad, que todo el peligro se concentra cuando anochece. De día, es tan seguro como caminar por cualquier capital de latino-américa.

Si os perdéis, no os preocupéis, Preguntando a la gente, se llega a cualquier lugar. Al principio mostrarán desconfianza, pero en cuanto vean que no sois bogotanos y que sois turistas perdidos, se ofrecerán desinteresadamente a ayudaros en cualquier cosa que pidáis. Los bogotanos, viven sumergidos en un miedo hacia su ciudad, que no tiene parangón alguno y sorprende mucho que los mismos ciudadanos sean los más precavidos a la hora de moverse por cualquier lugar.

No preguntéis si es peligrosa Bogotá. La respuesta siempre es afirmativa y enérgica. Dejad vuestros objetos de valor en el hotel y a caminar mucho, porque sea segura o no, grande lo es y mucho.