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Con mis pies en África y mi mente entre dos continentes, debido a la larga distancia y el tiempo usado en recorrerla, mi cabeza anda merodeando entre el hoy y el ayer. Estoy en Addis Abeba, Etiopía. La altura de la capital, va afectando rápidamente a mis sentidos. Sólo espero que estos 2400 metros sobre el nivel del mar, situando a la ciudad como la tercera capital más alta de nuestro planeta, pasen factura rápida y silenciosamente.

La estampa de mi salida al aeropuerto, ha sido algo caótica. Decenas de personas gritando y ofreciendo servicios de taxi, autobuses, agencias u hoteles, me daban la bienvenida de nuevo a mi continente fetiche. El olor. No sé, ese olor que incluso dentro del aeropuerto se respiraba, me ha llevado por un momento al pasado, a mis viajes por la África que un día descubrí y por cuestiones ajenas a mis deseos, guardé en un cajón durante años.

Una larga cola para los turistas que no llevamos visado ha hecho que nuestra salida fuera dos horas más tarde. Acordaros, que no debemos llevar un visado previo y como muchos no sabrán, aquí se paga y caro el permiso vacacional, para menos de 30 días, a 48 Euros y para más,  con un máximo de 90 días, a 78 Euros.

Discutiendo el precio, pero no con energía, un conductor llamado… lo siento….impronunciable y difícil de asimilar esa fonética etíope, ha sido el que nos ha llevado hacia Habtamu. Este señor, dueño de una agencia local, ha sido el responsable de que deposite mi culo y mi confianza,  en este rincón del mapa olvidado por todo el mundo. Sus escritos  por vía mail y su profesionalidad, me animaron a que me organizara algunas salidas difíciles de hacer durante mi travesía.

Nuestro hotel, llamado Bole Ambassador, tiene buena pinta. Su personal atento, la grandeza de sus habitaciones y los precios no abusivos,  hacen que en esta estación lluviosa, busquemos refugio entre sus paredes aliviando el peso del cambio tan drástico que hemos sentido al aterrizar.

Una vuelta rápida para tomarle levemente las medidas a Addis Abeba, han hecho que veamos que todo está oscuro. Los semáforos son de otro siglo más avanzado, porque aquí no existen. La lluvia no ayudaba, las almas que caminaban a oscuras con resplandecientes ojos blancos, miraban a unos farajanjis nuevos, llamados a conocer una cultura de la cual se enorgullecen. Si por mi fuera y a las primeras de cambio, diría esa mítica frase usada por los frikis Tolkinianos. Corred insensatos!!!. Pero no. No lo haré. Las primeras impresiones en los viajes, jamás son válidas.

Delante mío, se abre un nuevo país para conocer, unos nuevos caminos que recorrer y una nueva manera de entender de una vez por todas, por qué África es el continente más fascinante del mundo.

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UNA JORNADA CONOCIENDO A FONDO ADDIS ABEBA
No sé de dónde sacaron el significado traducido de Addis Abeba (Nueva Flor). La ciudad engulle olas de humo, causadas por los decrépitos taxis, que andan circulando desde los tiempos del comunismo. En realidad, la gente que visita Etiopía sale por piernas, dirigiendo su ruta hacia el norte donde empezar con buen pie.

No seamos tan delicados y démosle a la capital la atención que requiere. En Addis, todo está a medio construir o a medio derruir. No sabes muy bien donde empieza lo nuevo y acaba lo viejo. Supongo que algún día les dará por acabar los edificios que empezaron hace décadas y que andan con albañiles subidos en peligrosos andamios de madera, combatiendo las leyes de la gravedad en su día a día.

Los transportes para moverse por esta enorme metrópolis son económicos. Los taxis, para no llevarnos sorpresas hay que negociar previamente el precio con el conductor. Los autobuses realmente baratos,  aunque una buena guía es necesaria para no perdernos en un inacabable laberinto de asfalto y chabolas.  Esto no significa que no debamos amedrentarnos al intentar cogerlos. Son seguros y aunque lentos, podemos ir de un extremo a otro de la ciudad por unos céntimos de Euro.

Sé que puede impactar si cogemos al país por los cuernos a la primera de cambio queriendo empezar a bailar con la más fea, pero esto es África y quien haya estado en otros lugares del continente, no verá cambio alguno en cuanto al caos en las carreteras urbanitas, como en las calles repletas de gente andando para cumplir con sus deberes diarios.

Quizá el problema venga cuando una banda de niños harapientos, vengan a pedir limosna. La pena de una infancia perdida puede con los sentimientos de todo turista. El consejo es simple, que cada cual haga lo que quiera, pero no demos dinero a esos desafortunados, porque incentivamos a que sigan haciéndolo como un modo de ganarse la vida a diario. Otro impacto visual que hace tambalear nuestra perspectiva viajera, son los tullidos. En Addis hay muchos. No esperaba encontrar tanta enfermedad en las calles, con gente arrastrando sus cuerpos , confundiéndolos a menudo con sacos mecidos por el viento. Esta pobreza tan extrema, no puede pasar desapercibida, ni por el más duro ni el más experimentado de los viajeros. Entre los etíopes se ayudan y los más favorecidos dan limosnas a los más necesitados. Por qué no hacerlo nosotros. Por supuesto no es una limpieza de consciencia el dar unas monedas y quedarnos tan anchos. Veréis como la necesidad de hacerlo llama a vuestros corazones, no pudiendo cumplir con toda la cantidad que iremos encontrando a nuestro paso, pero al menos en el intento pudimos ayudar a unos cuantos.

Pero seamos optimistas y dejemos que las mareas humanas nos lleven por los mercados y las infinitas tiendas que por todas las aceras van apareciendo. En Addis, todas las etnias se juntan, una iglesia ancestral, se junta con una mezquita, separadas por escasos metros, pero en un profundo respeto, qué más quisiéramos en los tiempos que corren por nuestras latitudes

Nuestra visita ha sido muy limitada. Tan solo una jornada para hacer una pequeña incursión en tan colosal metrópoli. Lo primero que hemos hecho, ha sido desplegar los paraguas y dirigir nuestros pasos en coche hacia la Iglesia de La Santa Trinidad (Holy Trinity). Esta moderna catedral, tan solo construida hace apenas 70 años, mezcla estilos árabes con unos impresionantes frescos en su interior de estilo etíope, medieval y moderno. La tumbas que podemos ver en la parte delantera izquierda son de personas importantes. De hecho los restos del último monarca asesinado y enterrado cerca de unas letrinas, fueron exhumados y llevados a este importante edificio que llena día a día sus bancos de fieles feligreses.

Lo que debemos saber acerca de los edificios religiosos, es que en el ala derecha, se ponen las mujeres, generalmente vestidas de algodón blanco, con sus cabezas cubiertas en señal de respeto. A la izquierda los hombres. Todo el mundo debe descalzarse antes de pisar suelo sagrado y cuando el día avanza en las interminables misas con inacabables cánticos celestiales, veremos cómo las afueras del recinto se abarrotan de creyentes, rezando bajo una inclemente y contaminada lluvia etíope.

Más tarde hemos dirigido nuestro interés a un museo que debería estar en la agenda de todo el que se quede un día aquí. El Museo Etnológico. Es realmente interesante y te pone al día de todo lo que queremos saber para adentrarnos un poco en el sentido de las cosas que van rodeándonos, en la historia antigua y más reciente sobre la tierra que vamos a recorrer y si me permiten los más entendidos, es un lugar mucho más merecedor que el Museo Nacional.

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Como no hablar del Museo Nacional si contiene el esqueleto del humano más antiguo encontrado hasta la fecha. No nos esperemos grandes cosas, pero merece la pena hacer una breve visita. En un primer intento fallido por falta de luz, nos ha sido denegada la entrada. Lucy, como llaman a esta mujer prehistórica, se basa en unos cuantos huesos hallados y los que faltan,  reconstruidos artificialmente, para darnos una imagen real de cómo eran nuestros primeros antepasados. Dicen que es el eslabón perdido, aunque otros arqueólogos afirman que éste todavía no se ha encontrado. La expectación que levanta este pequeño cuerpo de apenas un metro, es increíble y es indiscutiblemente la joya de la corona en Etiopía, dando un significado más creíble, a la afirmación, de que en este trocito de África, se encuentra la cuna de la humanidad.

Después hemos comido en un restaurante y hemos probado el plato estrella del país, hecho de “injera”, el pan etíope, una especie de “pancake” amargo, y que podremos ir combinando con multitudes de platos cocinados con esmero. Nosotros hemos comido en un cuenco de barro, una especia de caldo espeso, lleno de carne, algo picante y no apto para delicados de estómago. Pedid poco, no os llevéis por los ojos y actuad con cautela. Llena muchísimo y no os quedaréis con hambre. Mi recomendación es que lo probéis justo en el restaurante que hay delante de las puertas generales del Museo Nacional, llamado “Lucy Restaurant”. El precio es justo y los platos muy elaborados

Ahora venía el plato fuerte y no me refiero a comida precisamente: Nuestro paseo por “El Merkato”. Imprescindible. Considerado creíblemente como el más grande de todo África, debemos andar con mucho ojo a las impresiones que puedan causarnos. Los olores son fuertes, no muy recomendado para gente que opta por otro tipo de experiencias. Aquí, todo lo que se pueda comprar, se encuentra. Las dimensiones son sobrecogedoras  y según me han dicho, hacen falta dos días enteros para recorrerlo entero o uno intensivo para hacer tres cuartas partes. Parecía exagerado antes de mi visita, pero doy fe, que lo que se cuece allí es exagerado, de unos tintes dramáticos, como en cualquier capital pobre, pero puede fortalecer nuestro carisma si salimos inmunes a sus deshonestas proposiciones, mientras vamos moviéndonos entre orines, mierda humana, vagabundos y montañas de basura. Todo ello con el toque nada sutil del barro generado por la lluvia que ha ido cayendo durante todo el día.

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Debemos llevar mochilas adelante. Los carteristas son muy famosos en esta zona. Las cámaras no deben ser en ningún momento el foco de atención, pero con rapidez podemos sacar varias fotografías, a menudo interrumpidas por una fugaz mano que tapa nuestra visión, vete tú a saber por qué. Si caminamos con firmeza no debe generarnos ningún problema mezclarnos con la gente. De hecho, dudo que ocurra algo entre tanta muchedumbre. Algo creíble el escrito de una viajera que contaba en su diario que la sensación de que cualquiera la podía hacer desaparecer y que nadie se enteraría. No pongo en duda las malas experiencias que hayan tenido muchas mujeres y perdonad si peco de machismo, no es mi intención, pero sería mejor plantearse ir acompañada. Si una viajera lo hace sola, definitivamente su espíritu aventurero va más allá que el de muchos. De noche es impensable ir hacia la zona. Desde sus caminos llenos de burros, vendedoras ambulantes de verduras y frutas, de camiones que incomprensiblemente han conseguido pasar, veremos como en las colinas adyacentes el mercado continua subiendo y bajando en un imposible intento por saber dónde acaba. Exentos de tiempo, no hemos podido ir a la zona de la carne o el pescado.

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Otros valientes viajeros lo habrán intentado. Para quien haya viajado mucho, podríamos comparar el ambiente vivido,  con los mercados de la India, de Rangún en Birmania o el peligroso mercado Bazurco en Colombia situado en Cartagena de Indias.

Diría que es muy pronto para hacer una valoración objetiva de Addis Abeba. Tengo demasiado frescos los recuerdos y jamás se me ocurriría poner a la capital de un país una semejanza con lo que al viaje concierne. Sólo se trata de una pequeña parada que he querido hacer para poder ver con mis propios ojos, la razón de que la mayoría de la gente, salga en estampida hacia otros puntos del mapa y más  cuando en los foros más importantes de la red desaconsejan sobre su visita.

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Leer el manifesto anterior a mi partida a Etiopía.

Más imágenes del «Merkato en Addis Abeba»

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La sección de pláticos reciclables. Impresionante y no apta para gente delicada.

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El Barro dificultando el tránsito a pie.

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Un blanco paseando, es un punto de mira fijo para el resto de los etíopes. Su incredulidad ante nuestras fotografías, era evidente.

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Pequeños pícaros.

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Típicas canastas donde guardan la comida tradicional.

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Un caos elevado al cuadrado

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Todas las profesiones tienen cabida en el continente africano. Éste rincón, dedicado exclusivamente a limpiar cacharros usados, dejándolos como nuevos.