Primera jornada:
Puede que ayer quedara alelado después de tantos vuelos y conexiones casi perpetuas. Puede que ni siquiera me diera cuenta que he llegado a Asia y escribiera el anterior post, cargado de dudas con mi pequeño paso por la capital taiwanesa. Puede que el jet lag, esté siendo tan cruel conmigo que mis párpados caigan sin casi darme cuenta, entrando en unos micro sueños y en una micro realidad que me afecte en la aceptación de que he llegado a Asia. ¿Qué loco desembolsaría tal cantidad de dinero en un pasaje aéreo para venir apenas diez días a la otra punta del mundo? ¿Os contesto? Mejor que no…
Todo puede ser, pero lo que es seguro, es que hoy ha empezado realmente mi dulce lucha para conocer este pequeño cosmos que asoma desde la ventana de mi hotel. aiaiwán se deja llevar, pero engaña en muchos factores a los recién llegados. A los que vengáis de Corea o Japón, seguiré opinando, que pese a los taiwaneses que repudien a su antigua patria, Taiwán tiene mucho de China, concentrado en un pequeño territorio de tierra.
En contra de todo pronóstico, son más sociables que sus vecinos. Mientras en los otros países modernizados por las nuevas tecnologías andan metidos en todos los ámbitos, en una burbuja hecha de “smartphones”, en Taipéi, es posible oírlos en el metro hablar y reír entre ellos, algo casi insólito en el resto de mis viajes por las ciudades más innovadoras del continente.
Museo Nacional del Palacio:
Mi día ha empezado con un objetivo muy claro: Visitar el Museo Nacional del Palacio. Sus inmejorables opiniones sobre su extensa colección, eran un tiro seguro a la diana para empezar con buen pie a conocer la metrópolis que nos ocupa.
Desde la estación central, he cogido el metro en la línea 1 (la roja), no sin antes recargar mi “easy card”. La parada era Shilin. Una vez he llegado, he tenido que coger el autobús nº 30, que en apenas diez minutos me dejaba delante de la puerta de este enorme y cuidado complejo.
Este museo es un indispensable para cualquier amante de la cultura asiática. Presume de estar entre los cinco más importantes del mundo. Su extensa colección abarca cinco mil años de historia China y cuenta con obras únicas en artesanía, pintura y caligrafía de los emperadores Song, Yuan, Ming y Qing. Según datos oficiales, poseen unas 650.000 obras de arte. Por supuesto y pese a su reforma de ampliación en el 2007, desde los grandes y misteriosos almacenes van reponiendo las colecciones, aunque muchas de ellas, se queden entre pasillos oscuros para siempre. Su enfoque, difiere mucho del de los de China, y es que la historia, como a menudo pasa, se mide desde distintos ángulos y formas, dependiendo del narrador que la cuente.
Durante la visita, observareis que está a rebosar de gente por todos los rincones. No desesperéis e id a vuestro paso. No es que hayáis pillado un festivo, sino que el número de visitas diaria, resulta abrumador.
El edificio se compone de tres plantas muy bien señalizadas. Terminarlo, depende mucho de vosotros mismos. Para que os hagáis una pequeña idea, yo he ido algo rápido y he estado cuatro horas. Es muy recomendable que alquiléis una audio-guía. Os ayudará a conocer muy a fondo, ciertas obras que esconden pequeños secretos.
Precio de la entrada: 250 TWD
*Precio de la audio-guía: 150 TWD
*Importante si sabemos inglés cogerla en este idioma. En Español, encontraremos explicaciones pero en menor medida. Desconozco el motivo, pero en la recepción te avisan que es mucho más amplio en otro idioma que en el nuestro.
Templo de Guandu
Llegar es fácil aunque no es que sea un lugar muy conocido por los turistas. Si seguimos en la línea roja del metro, debemos bajar en Guandu Station y en apenas dos kilómetros andando, nos daremos de frente con este magnífico templo orientado al río Danshui.
Cuando lo veamos, nos sorprenderá su elaborada construcción. Sus dimensiones más que respetables, guardan muchos rincones secretos en el otro extremo, invisibles desde la ribera. Por lo que os aconsejo, que busquéis bien por todas las escaleras que parecen no llevar a ninguna parte, hasta dar con los pasillos que se hunden en la montaña, creando una serie de mini templos, con decenas de deidades que compiten por captar la atención del visitante. Este complejo taoísta, puede incluso con suerte, servirnos de descanso y desconexión total entre tanto tráfico. Incluso en el atardecer, rodeados de fieles creyentes orando, hemos podido estar tranquilos en la terraza principal, viendo como la ciudad se vestía para dar la bienvenida a la noche.
Un indispensable sin duda alguna.
Mercado de Shilin.
Retornando por el mismo camino que cogimos esta mañana para ir al museo, en apenas dos kilómetros desde la estación de metro de Shilin, encontramos el Mercado Nocturno.
Abierto desde las 17.00 horas a las 00:00, puede que estemos ante el mejor mercado de comida de la ciudad. También es probablemente el más antiguo y sólo lo disfrutaremos por la noche, cuando cientos de puestos callejeros, se pelean por coger una buena esquina y vender productos que ni sabría pronunciar.
Supuestamente insalubres pero deliciosos, los tentempiés que nos llevemos a la boca, no estarán exentos de un precio elevado. Si hacemos cuentas, comer a veces en la calle, cuesta lo mismo o más que comer en un restaurante económico. Sumemos hasta llenar el estómago y veamos qué nos da. Lo mismo me sucedió en Corea y acabé por comer todos los días sentado bajo el calor de una buena sopa de “dumpings”. Pero no debéis perder por ese motivo la oportunidad de daros una vuelta y sentir como la vieja Taipéi aún respira y que nunca dejó pasar a la nueva. Escuchemos sus latidos quejumbrosos. al mismo tiempo sintamos el orgullo de estar en la misma onda de los más jóvenes urbanitas.
Dejemos los remilgos en casa y unámonos con ellos en la dirección que más tire la marea humana. Descubriremos salones recreativos inimaginables, graciosos y auténticos, exentos de todo tipo de tecnología. Veremos a niños y adultos, pescando gambas en una pecera, adolescentes reventando globos con dardos, a padres, jugando a fichas, sin perder la cabeza, y a todo el mundo disparando pistolas de aire comprimido a dianas móviles, sólo para llevarse un buen muñeco de peluche, que simboliza un recuerdo físico de una noche fantástica.
Y eso es todo por hoy. Una jornada de apertura con un toque especial de diversidad: Cultura, religión y ocio.
Más imágenes sobre mi jornada en Taipéi:
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Mercado de Shilin:
El templo de Guandu. Mi favorito de la ciudad en contra de todo pronóstico: Un rincón perfecto para estar solo cuando la noche acecha por el horizonte:
Rincones inolvidables de Taipéi:
Museo Nacional. Una visita imprescindible para los amantes de la cultura asiática: