Mi primer post, lo dediqué exclusivamente a allanar el camino al viajero que por primera vez pisa la capital colombiana. Puse mucho énfasis a la hora de juzgar los peligros, ajustándolos a las horas del día. También quise destacar las zonas más conflictivas y las más cómodas de pasear sin peligro alguno.
Ahora, miremos más allá de las precauciones y adentrémonos en una ciudad que nos puede cautivar u horrorizar.
Si Colombia late a ritmo rápido, es porque en Bogotá reside el corazón que bombea sangre al resto del país. Mucha diferencia podremos ir encontrando entre zonas que nada tienen que ver una entre otras, incluso llegaríamos a pensar que nos hemos salido del mapa y que no estamos viajando por el país colombiano. Pero Bogotá es la capital administrativa, cultural y judicial. Su enorme abanico de posibilidades se despliega gracias a la gente que reside en ella.
Podríamos dedicar un par de días a visitar el centro de La Candelaria y aprovechar a hacer una excursión relámpago a las minas de sal de Zipaquirá, quedándonos encantados por ese paso por la ciudad. Pero vayamos un paso más adelante y veamos que puede regalar tan injustamente criticado lugar.
El cerro de Monserrate, como inerte vigilante, posa con su iglesia en lo alto de la empinada montaña. Una visita al atardecer, antes que el sol nos gane la partida, es motivo suficiente para pernoctar una noche más. Su acceso fácil y económico, nos ofrece unas vistas inigualables de toda la enorme metrópoli.
El epicentro de todo el movimiento urbano, es la llamada Plaza Bolivar. De dimensiones sobrecogedoras. Como si de brazos se tratara, sus calles dan acceso a los rincones más bonitos del barrio viejo. No olvidemos que debemos mantenernos por la zona, sin bajar demasiado al sur. Con la guardia en alto, dirigid vuestros pasos hacia la montaña, donde los colores pasteles de las fachadas, dan el encanto justo que uno busca en La Candelaria.
Digamos que es un lugar perfecto, lleno de hostales para viajeros, restaurantes con encanto, cafeterías, cervecerías y puestecitos de comida rápida. El Chorro de Quededo, es el centro de la juventud capitalina. Sus actuaciones con humoristas es constante durante toda la tarde. Muy buenos ratos pasé allí, riéndome a carcajada limpia, porque el humor colombiano es fresco y realmente bueno.
No demoréis mucho vuestra salida. El país es enorme y las posibilidades casi ilimitadas.
Mi recomendación, es que no paséis más de tres noches en la capital, incluyendo las salidas mencionadas anteriormente.
Una vez salgáis de Bogotá, veréis sorprendidos, cómo cambia el país, cómo cambia el clima, la gente y la seguridad aumenta a un ritmo trepidante.
Forzosamente, vuestro viaje debe empezar en Bogotá. Podéis tomarlo como un pulso contra lo peor de lo que iréis encontrando. Porque el resto de los lugares que visité, nada tienen que ver con esto, dándole mil caras a un país, que abandonado por la mala prensa a su suerte, se está ganando a pulso el reconocimiento de los viajeros independientes más exigentes.